MADRID, 7 (OTR/PRESS) Cuando alguna institución internacional, medio de comunicación u organización de cualquier tipo deja en buen lugar a nuestro país, el Gobierno las cita y evoca como reconocimiento externo de su buen hacer. ¿Qué hace cuando las estimaciones no son buenas o son directamente malas? pues, omitir o peor aún ,deslizar supuestos motivos para desconfiar de quienes antes eran fiables . Pedro Sánchez lleva siete años en el Gobierno y en los primeros tiempos eran frecuentes sus alusiones al honorable lugar que el Reino de España ocupaba en el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC), un observatorio que analiza datos acerca de los casos que detecta en cada uno de los países. Ahora las cosas han cambiado. La mirada es otra. Distante y hasta desdeñosa. Lo que antes era una fuente solvente ha pasado a ser una estadística que elabora una ONG y que -según respuesta del Gobierno una pregunta remitida por el Senado-: "No cabe una comparación heterogénea entre países". ¿Qué ha cambiado? Pues que, en la última evaluación, España ha retrocedido diez posiciones y en la escala global comparecía por debajo de Ruanda. En relación con la Unión Europea (27 países), pasamos del puesto 14 al 16 siendo superados por Letonia y Eslovenia. Dinamarca es el país con menos corrupción seguido de Finlandia. Los hechos son tenaces. Avergüenza la acumulación de casos de corrupción bajo el Gobierno y el partido que llegaron al poder tras una moción de censura justificada para denunciar la corrupción del PP -moción presentada por José Luis Ábalos, a la sazón mano derecha de Pedro Sánchez y hoy procesado en el Tribunal Supremo bajo acusaciones de presunta corrupción. Avergüenza, también, que en la lista la corrupción política resulte inevitable recordar la tramitación de la Ley de Amnistía redactada por aquellos a quienes iba a perdonar los delitos cometidos durante el golpe del "procés" o malear el Código Penal para rebajar las penas de la malversación. En ese marco de escasa, por no decir nula, "transparencia",el citado Índice incluye casos de corrupción que afectan al entorno cercano a Pedro Sánchez: el caso Begoña Gómez, su esposa, el de su hermano David Sánchez o el de las arborescentes ramificaciones del llamado "caso Koldo" que en realidad es el "caso Ábalos" y sus "sobrinas" por el nombre del citado ex ministro de Fomento. De sacar pecho por estar en las mejores posiciones en los ránquines internacionales que miden la corrupción hemos pasado a pasar de puntillas sobre el asunto, porque los de fuera están al tanto de lo que sucede en España y no se tragan los relatos de la factoría monclovita, que intentan desacreditar a los jueces que investigan los casos de presunta corrupción y a los medios de comunicación que los han descubierto. El dato mata el relato. Quedar por detrás de Ruanda debería hacer reflexionar incluso a los incondicionales del sanchismo.
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