MADRID, 24 (OTR/PRESS) Es tan minuciosa, persistente y eficaz, la campaña de los secesionistas catalanes para lograr que el resto de los españoles sintamos rechazo y antipatía hacia Cataluña, que nos olvidamos de que hay más de 4 millones de catalanes que rechazan la independencia, que se sienten españoles, y que son una mayoría coaccionada, extorsionada, molestada y perseguida por los supremacistas convencidos de que, en cuanto consigan la independencia, los cojos andarán, los tontos se volverán inteligentes, y el más aburrido contador de chistes malos se convertirá en una persona graciosa y divertida. Por eso mismo, me sorprendió que el día del Libro hubiera una caseta de Sociedad Civil Catalana, en la Feria del Retiro, a pocos metros de la Puerta de Alcalá. Por cierto, hubo una etapa en mi vida durante la que los 23 de abril los pasaba en Barcelona, año tras año. El último de ellos, tras ir de caseta en caseta a firmar, debidamente estabulado por el editor de guardia, me acompañó un tipo simpático, con el que, llegados al restaurante, me senté frente a él. Y, tras alegrarme de nuestra afinidad común con el whisky de malta y la novela negra, salió a colación Albert Boadella, y le narré lo que el propio Albert me había contado: el comportamiento irracional de sus vecinos, que le tiraban basura por encima de la tapia, y otras memeces. Entonces el tipo, que me había parecido normal, sacó al sectario que llevaba dentro y dijo que eso era mentira. "Mira, te acabo de conocer, y llevo muchos años admirando y tratando a Boadella. Y, tal como te expresas, no me mereces ningún crédito". Y ese fue mi último Sant Jordi en Barcelona. Eran tiempos en los que no me hubiera asombrado que Sociedad Civil Catalana tuviera un stand en Madrid, y en el que la palabra Barcelona y el término Cataluña iban acompañados de vivencias gratas. Hoy, ya no. Ese criado para todo -Salvador Illa- y ese Pedro I, El Mentiroso, dispuestos a despreciar a la mayoría de los españoles que viven en Cataluña, e incluso al resto de los que habitan en la península y archipiélagos, con tal de halagar las ensoñaciones sectarias, hacen cada día más difícil la convivencia en Cataluña. Y hay que dar las gracias a aquellos que, como Sociedad Civil Catalana, luchan y no se arredran, intentando evitar el desastre.
|