MADRID, 25 (OTR/PRESS) A la virtud por el chantaje. Según los partidos minoritarios integrados en el Gobierno (Movimiento Sumar, IU, Comunes y Mas Madrid), hartos de las decisiones unilaterales de Sánchez, "en la Moncloa solo se entiende el choque". Así que, o se abraza el pacifismo por tierra mar y aire o se rompe la baraja. El mantra va creciendo a la izquierda del PSOE, que se ha convertido en un espacio "potencialmente inflamable", como la cocina de la taberna de Iglesias en el barrio de Lavapiés. Con mayor o menos convicción, los representantes de esos partidos, reunidos telemáticamente, se plantearon su continuidad en la ecuación de poder con la que Sánchez sobrevive en la Moncloa porque -¡vaya descubrimiento ¡-, desde dentro (Sumar) o desde fuera (Podemos), no se puede apoyar al Gobierno "a cualquier precio". En eso consiste el oleaje causado por el doble culebrón buenista que quita el sueño al todavía presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Por un lado, el "no es no" al rearme exigido por la Unión Europea (2 % del PIB a finales de este año). Y por otro, el ya cancelado contrato del Ministerio del Interior con una empresa israelí para el suministro de munición (15 millones de balas) con destino a la Guardia Civil. Son "días de confusión que reclaman verdad", dijo Felipe VI en la entrega del premio Cervantes a Álvaro Pombo. ¿Cómo podía ser que el mismo Gobierno que denunciaba el genocidio de Gaza contratase suministros militares con Israel? Nunca hubiera imaginado que el viejo principio de la conversión de la necesidad en virtud iba a cursar como cursó en el evangélico milagro de Jesús de Nazaret al transformar el agua en vino cuando asistía de invitado a una boda. Hasta ahí podíamos llegar. Pues, tal cual, oiga. En cuestión de días Sánchez pasó de mantener el compromiso inicial de llegar al 2% de gastos en defensa en 2029 a improvisar un plan (10.500 millones de euros) para hacer los deberes ya en 2025. Y en cuestión de horas pasó de publicar en el BOE el contrato de compra de balas de Israel para la Guardia Civil (seguramente como una partida más del rearme exigido por Europa), a rasgarse las vestiduras por haber estado a punto de cometer un pecado de lesa humanidad: colaborar con el Gobierno de Israel en el genocidio de los gazatíes. Fue entonces, ante el impostado descubrimiento de que el ministro del Interior iba a gastarse 6,6 millones de euros en armamento israelí, cuando Moncloa propaló la idea de que había tenido que desautorizar a Marlaska. Como si la operación -publicada este mismo jueves 24 en el BOE, insisto- hubiese sido una ocurrencia personal del ministro, cuyo departamento de comunicación había dicho horas antes que la cancelación era imposible, en base a un informe de la Abogacía del Estado.
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