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Gabriel Lanswok
Gabriel Alencastro (Gabriel Lanswok en el ámbito profesional) es columnista y poeta; ha dado conferencias, por ejemplo, en la Universidad San Francisco de Quito o en la Alianza Francesa sobre psicología y cultura. Se ha desempeñado como dramaturgo y coreógrafo; así como poeta y escritor fantasma. Su educación se desenvuelve en el mundo de las artes y la cultura. Diplomado en Psicología Positiva por la Universidad Juan Pablo II. También cuenta en su haber con varios cursos intensivos de filosofía clásica en el Ateneo Mercantil de Valencia. |
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Los libros, la naturaleza, la virtud, el teatro, la poesía, el detenernos y pensar acerca de lo que nos rodeaba, acerca de nosotros mismos. Aquel volverse a lo real más allá de lo digital, perdido entre las conversaciones de WhatsApp y los textos monosilábicos. Ya no existe ese pensar, reescribir una carta, el mancharse los dedos de tinta y pintar aquello que alguna vez perteneció a la memoria.
La paz es una cualidad difícil de ver y sentir en la actualidad, en un momento en donde gran parte de lo que vemos y escuchamos se relaciona con lo difícil que es morir. Ayer me enteré de que alguien conocido, cercano, había muerto. Uno más a la lista. En esta pandemia hemos visto a la gente morir, ha sido algo más público, aunque bien sabemos que la gente moría antes y morirá después, incluyéndonos. Una realidad que es difícil aceptar.
Cuando vencemos esa barrera somnolienta del mundo moderno, la lectura se vuelve una forma más de vivir, de experimentar situaciones y emociones que bien no pertenecen a nuestra realidad pero que indudablemente se vuelve un recuerdo más que se funde en la mentira de nuestra memoria, empezamos a sentir una imagen anterior de otra forma, con otra textura y color.
A medida que crecemos como especie también aceleramos nuestro paso. Párrafos más cortos y frases acortadas. Valoramos más el ser “productivos” en la vida que el “vivir”. El ir a toda prisa es el epitafio de las personas que llegan estresadas al fin, a la muerte, dándose la vuelta para arrepentirse de no haber sentido un poco más la belleza del mundo.
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