Poco le importa al establishment político y mediático los múltiples enigmas que subyacen con la furgoneta Kangoo o el piso de Leganés
No exagero si digo que uno de los fenómenos más asombrosos e irritantes de cualquier sociedad que se precie, es esa capacidad inherente para escurrir el bulto, como dirían los castizos, absorberlo todo y practicar un silencio informativo con objeto de soslayar que el pueblo caiga en la tentación de ese carísimo vicio de conocer la verdad, máxime en costes morales e intelectuales. Pero en este país, además, resulta de vital importancia matar al mensajero. O séase, callar a aquellos que tengan la osadía de pensar que todo aquello que nos han contado sobre los atentados del 11-M no encaja por ningún lado.