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Las momias de Dos Hermanas

Si algo ha puesto de manifiesto esa especie de talk show, también llamado debate, es que el mito de la inteligencia de Pérez Rubalcaba no es tal
Javier Montilla
miércoles, 9 de noviembre de 2011, 08:00 h (CET)
No sólo por el error tan extraordinario de asumir el papel de perdedor y jefe de la oposición y tratar a Rajoy de presidente, sino también por su obsesión de culpar, desautorizar, chulear e interrumpir continuamente y sin ningún argumento a un Rajoy que salió a empatar. A Rubalcaba le salió lo único que tiene y que pocos querían creer. Me refiero a ese espíritu revolucionario venido a menos, la mentira y el agit-prop. Es decir, Rubalcaba.

Sin embargo, el Partido Popular no le fue a la zaga. Con un debate pactado en el que no se habló de la corrupción -con el ministro Blanco presuntamente metido hasta el tuétano en la operación Campeón, cual Corleone lucense y su afán de reunirse con empresarios en las gasolineras-, tuvimos a un Rajoy obsesionado en leer, ofreciendo una imagen de inseguridad alarmante amén de consumar un clamoroso silencio del apaño de la ETA, el caso Faisán y las mentiras oficiales y oficiosas del 11-M. Así que el debate fue un auténtico fraude. Seguramente por ello en la repesca –o séase en el debate con todos los partidos- resulta vital llevar a Gallardón, el alcalde que ha endeudado por dos generaciones a la ciudad de Madrid para hablar de las bondades del programa económico de Madrid. Pura coherencia.

La misma coherencia que ha mostrado el Partido Socialista en el aquelarre de Dos Hermanas, auténtico señorío de poder del socialismo andaluz en clara decadencia. Y es que cuando la propaganda se acaba, porque como decía Margaret Thatcher el socialismo fracasa cuando se les acaba el dinero de los demás y tienen al 30% de la población andaluza en la ruina, la miseria y la falta de empleo, es necesario invocar a sus más viejas y terroríficas momias, González y Guerra, para recitar el famoso mantra del miedo a la derecha, ese gran argumento de una izquierda obsesionada con sus demonios y condenada al fracaso histórico y a su más que probable derrota en Andalucía en marzo.

Y allí estaban, ora rodeados de hordas paniaguadas que viven del sudor de los demás- convenientemente llevadas en autobuses-, ora acompañados de amigos, familiares y demás consanguinidad. Nada nuevo. Y es que pocos recuerdan aquellos oscuros tiempos del felipismo cuando Juan Guerra, alias Mienmano se paseaba sin escrúpulos por los aposentos de Alfonso Guerra, el mismo que dejó patente una de esas frases memorables del socialismo español en esa época retro con aquello de que Montesquieu estaba enterrado y que todo valía para revolverse contra el Estado de derecho. ¿Olvidamos que Guerra, en un claro ensalzamiento del cuidado de la familia, le colocó en la Delegación del Gobierno de Sevilla?

Y es que, en definitiva, cuando un partido fracasa en un debate por falta de ideas y se ve obligado a recurrir a sus más viejas momias para meter el miedo ninguneando a Zapatero, padre moderno de la ruina, es que no tiene futuro y vive alejado de la realidad. Mucho me temo que si las encuestas siguen anunciando la muerte por inanición, no tendrán escrúpulos en pasear bajo palio hasta el fantasma de Goebbels. Y es que ya sabemos que si se repite una mentira una y otra vez, la gente termina por creérsela. Pura retórica socialista.

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