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Jorge Hernández Mollar
Jorge Salvador Hernández Mollar nació en Melilla en 1945. Casado y con tres hijos, se considera ante todo católico, vitalista y optimista, además de respetuoso con las personas y con los derechos humanos. Se licenció en Derecho por la Universidad Complutense Madrid y ha sido funcionario del Cuerpo Superior de la Seguridad Social. Ha desempeñado cargos orgánicos en el Partido Popular y ha sido Senador, Diputado en las Cortes y Diputado en el Parlamento Europeo. |
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Sr. Marhuenda, en el libelo con el que se ha despachado a gusto contra el Santo Padre en su artículo de opinión, tiene el atrevimiento público de declararse católico y acusar al mismo Dios, le recuerdo que el Espíritu Santo es Dios, de confundirse inspirando a los Cardenales un candidato “catastrófico”. Se ve que es de pluma ligera, pero en cambio no demuestra estar muy ducho en temas doctrinales.
“La otra torre, Ricardo. La otra torre. ¡Ha impactado en la otra torre y en una zona más baja aún!” Eran poco más de las tres de la tarde, de un martes 11 de septiembre de 2001. Acababa de subir a mi despacho en Bruselas para iniciar, como era habitual, mi trabajo en el Parlamento durante la jornada de tarde. Las imágenes eran sobrecogedoras.
El sumo pontífice ha hecho reflexiones muy interesantes sobre la actitud ante los desengaños en la vida, los fracasos, la corrupción, la pornografía, la presunción de inocencia (hoy tan devaluada) o el valor de la amistad y el valor del diálogo para la solución de conflictos. Como buen argentino no rehuyó a ninguna pregunta sino al contrario las despachó con su verbo fácil, sencillo y a veces arriesgado.
Desde que el mundo se sintió amenazado por un virus mortal y traicionero como el COVID-19, la vida humana ha sufrido uno de los cambios más vertiginosos y profundos de los últimos siglos. La sociabilidad, los desplazamientos, la economía, las relaciones laborales, el ocio o la misma familia han experimentado un giro copernicano en su tradicional desarrollo.
Los ciudadanos contemplamos hoy con estupor, cómo los problemas se provocan y jalean desde quienes deberían gobernar la gran familia española: se nos enfrenta desde nuestra propia historia; se nos ataca en nuestras creencias, tradiciones y símbolos religiosos, se nos miente impunemente.
A la pesadilla de las mascarillas, de la tasa de incidencias acumuladas, de las variantes del virus o de los indultos de la cabaña independentista, hay que sumar ahora la vigilancia a la que estaremos sometidos por la policía alimentaria para impedir que los españoles podamos disfrutar de un buen chuletón de vaca gallega o de un cochinillo segoviano.
Sr. Presidente: nos sentimos inseguros, desconfiados, engañados y hasta el límite de nuestra paciencia. Si la “verdad nos hace libres” como dijo Jesús a los judíos, a sensu contrario, la mentira nos esclaviza y hoy la mayoría del pueblo español ansía su libertad. ¡Váyase Sr. Sánchez!
A la vista de la actitud y las palabras pronunciadas por los hoy indultados, es imposible también pensar en la más mínima posibilidad de que tengan voluntad o intención de reintegrarse ni personal ni colectivamente en la sociedad española. Sus pronunciamientos a la rebelión constitucional e independencia del Estado son constantes y auguran nuevos episodios de enfrentamientos y desafecciones inevitables.
He decidido dirigirme a Vd, ante el cúmulo de acontecimientos disparatados que hoy padecemos millones de españoles desde su acción de gobierno y creo que es esta vía epistolar, la más adecuada para manifestarle mi estupor y desasosiego por el último episodio que ha protagonizado en la Cumbre de la OTAN y que ha dañado profundamente la credibilidad, la dignidad y el prestigio de nuestra querida y maltratada España.
He de confesar que cuando escribí el primer acto de La Parodia Nacional, mi propósito era concluir no más allá de un tercero en el que pondría punto y final a este género literario que solo pretende hacer una sátira o imitación burlesca de una persona, de un discurso o como es el caso, de todo lo que rodea a la vida política de nuestra querida y maltratada España.
He de reconocer que me fascina la profunda fe de quien, sin gozar de la percepción visual como consecuencia de la información captada por los ojos, es capaz de ejercitar su cerebro a través del tacto, del oído o del gusto para disfrutar de la realidad visible que el resto de la humanidad detenta a través de la retina de sus ojos. Están ciegos pero ven…
Ya advertí hacia el final del segundo acto y en mi último artículo sobre “Mi reflexión electoral”, que la campaña se iba a convertir en la madre de todas las batallas y que sus prolegómenos anunciaban una lluvia de lodo y cenizas que, como se ha visto, además de dejar petrificados a algunos candidatos, ha provocado una explosión y estampida de votos que han buscado refugio en la ciudad abierta, acogedora y libre que es Madrid, de la mano de Isabel Ayuso.
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