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Juan de Dios Ramírez Heredia
Nació en Puerto Real (Cádiz) en 1942, donde vivió hasta los 22 años, fecha en que se trasladó a Barcelona. Es periodista (RTVE) y abogado en ejercicio, y ha sido Diputado durante 23 años continuados. Doctor Honoris Causa por la Universidad de Cádiz. Es miembro de la Orden al Mérito Constitucional y presidente de la Unión Romaní Española. |
Cuando escribo estas líneas, 100 gitanos italianos, número máximo que permiten las autoridades del país en estos momentos de pandemia, se han manifestado en la ciudad de Florencia, cerca de la Plaza de Neptuno, frente al edificio del ayuntamiento.
Señor presidente del Gobierno de Portugal
Sostengo la teoría de que la supervivencia del Pueblo Gitano es un milagro después de tantos siglos, no solo de marginación, sino de cruel persecución que encuentra su punto de mayor gravedad tras el genocidio que contra nosotros supuso la política nazi durante la segunda Guerra Mundial.
Me tiemblan las manos al empezar a escribir estas líneas. Y me resisto a aceptar que lo que estoy leyendo y viendo en el vídeo casero que me han enviado pueda ser verdad.
Mi querido amigo y ministro: No se inquiete al empezar a leer esta carta. Si no fuera porque estoy confinado en mi casa de Barcelona, encerrado como un tigre en su jaula, y vigilado constantemente por mis hijos y por Paloma, mi mujer, que tan solo me permiten bajar a la calle para que mi perrito gitano, Lucky, recogido de una inmensa perrera, haga pipí, trataría de verle personalmente y entregarle en mano esta carta.
La mayoría de los gitanos y gitanas que ya tenemos una cierta edad, estamos de acuerdo en reconocer que la vida colectiva de nuestro pueblo tiene un antes y un después del mítico Congreso de Londres. Días pasados yo escribía que “aquel cónclave supuso un aldabonazo a la sociedad mundial para advertirles de nuestra existencia, de nuestros problemas y sobre todo de nuestras ilusiones”. Y efectivamente, así fue.
Se acerca el día 8 de abril, fecha en la que en todo el mundo se conmemora la celebración en Londres, en abril de 1971, del mítico Congreso Internacional del Pueblo Gitano.
Estimados compañeros y compañeras: Permitidme que me dirija a ustedes con este tratamiento. Al fin y al cabo, yo he sido también Diputado al Parlamento Europeo durante dos legislaturas y media, es decir, durante doce años.
Hace unos días, cuando los periódicos empezaron a informar con más detalle de la existencia de un virus maléfico que se había presentado en España, desde nuestra asociación gitana de San Sebastian me enviaron un WhatsApp con la reproducción completa de la página del diario donde se daba la información.
La Unión Romaní, cuyo presidente es el abogado gitano Juan de Dios Ramírez-Heredia Montoya, se ha interesado en personarse como acusación particular por lo que considera que se ha cometido un delito de “discriminación excluyente” claramente tipificado en el nuevo artículo 510 del Código Penal tras la reforma llevada a cabo por la Ley Orgánica 1/2015, de 30 de marzo que entró en vigor el 1 de julio de 2015.
Yo mismo debo confesar que en mi despertar al activismo político, desde el sentimiento consciente de mi pertenencia a una clase situada en el extremo más bajo del bienestar, pensé que los andaluces debíamos imitar a los catalanes que nos llamaban charnegos para que nunca ningún andaluz tuviera que salir de su tierra a ganarse la vida fuera de su casa y de su entorno natural.Y con ese sentimiento y ese fuego interior de querer cambiar lo que me parecía tan injusto, volví a Andalucía desde la Cataluña que me había llevado al Congreso de los Diputados para ser participante en la redacción de la Constitución Española.
Como siempre, ya lo saben mis amables lectores, suelo introducir en mis comentarios el testimonio de mis propias experiencias personales. Y esta vez no será menos. Por eso, permítanme decir que yo soy un hombre de radio. A la radio le debo buena parte lo que soy y de lo que he conseguido a lo largo ya de mi amplia y dilatada vida.
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