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La deuda no es un capricho de los deudores, ni una desgracia, ni el resultado de malas políticas, sino un negocio

Lo que está ocurriendo en el capitalismo de nuestros días es que, en lugar de proporcionarse crédito como un medio necesario para crear riqueza, su crecimiento constante se ha convertido en un fin. Algo que tiene consecuencias funestas porque obliga a seguir endeudándose continuamente para seguir pagando la deuda, drenando recursos que podrían dedicarse a crear riqueza productiva.

​Como explicaba Anisi, «había llegado el momento de disciplinar a los trabajadores. Y así se hizo.”

Para desarrollar vacunas de distribución universal, como pide el FMI, es preciso la colaboración de científicos y productores de todo el planeta pero eso solo es posible si se ponen a disposición de todos ellos el conocimiento y las técnicas que las hacen posible, algo que es imposible mientras no se suspendan las patentes y derechos de propiedad intelectual.

​El predominio de los hombres en la academia obliga lógicamente a que las mujeres que desean ascender en su carrera académica deban someterse a los criterios establecidos por ellos

Esa menor presencia de las mujeres se registra también en la literatura económica. Los artículos publicados por mujeres son el 11% del total en las cinco principales revistas de economía desde 1990, el 12% desde 2000 y el 14% desde 2010 (aquí). Y en el Research Papers in Economics, una base de datos de publicaciones económicas, los trabajos de mujeres representan alrededor del 25%.

​Estamos tontos si nos creemos que las empresas pueden multiplicar por miles y de la noche a la mañana su escala de producción

Estamos tontos al no recurrir a los bancos centrales que pueden proporcionar financiación a los gobiernos (con todo el control necesario para que el gasto sea el preciso y no haya derroche ni corruptelas) sin generar deuda y cuando permitimos, en su lugar, que se aproveche una desgracia mundial para fortalecer el negocio bancario.

Lagarde ha sido muy directa y contundente, hasta el punto de que el diario El Mundo afirmaba que había “abroncado” a quienes realizamos la propuesta. Concretamente, la presidenta del Banco Central Europeo afirmó: “si la energía que se gasta en pedir la cancelación de la deuda por parte del BCE se dedicara a un debate sobre el uso de esta deuda, ¡sería mucho más útil!”.

Dicho informe calcula que la financiación que faltaría poner para proporcionar una vacuna a toda la población del mundo que la necesita sería de unos 27.200 millones de dólares. Es decir, 338 veces menos del daño que produciría no hacerlo.

No hace falta insistir sobre el peso tan grande que tiene el sector hostelero en la economía andaluza. Antes de la crisis, había unos 55.000 establecimientos que aportaban más o menos el 6% de toda la producción regional y ocupaban a unas 315.000 personas. Unos porcentajes y magnitudes algo más elevadas que las del conjunto nacional, pues en este caso el sector representaba en el mismo momento un 4,7% del PIB español. Su importancia para la economía andaluza está, pues, fuera de toda duda.

Estas críticas a la decisión de Twitter muestran que la alternativa liberal de la autorregulación de los medios o las plataformas no siempre garantiza la libertad de expresión y opinión que, como dice el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, implica el de poder “difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.”

El mejor clima para los negocios y el desarrollo de la actividad empresarial es el que fomenta el poder adquisitivo y no el que lo destruye, el que impulsa de verdad la competencia y combate la concentración del poder sobre el mercado, el que proporciona financiación sin crear empresas y hogares esclavos de la deuda, el que garantiza que el Estado proporcione los recursos y bienes públicos que los mercados no pueden proveer, y el que destina recursos suficientes para hacer frente a la incertidumbre, la excepcionalidad y la emergencia para que no solo puedan enfrentarlas con seguridad y éxito los más grandes y poderosos.Lo que estamos viendo en las últimas semanas alrededor de la normativa que ya ha empezado a generar el gobierno para el reparto de los fondos para la reestructuración es lo mismo de siempre: toman posiciones de ventaja las grandes empresas de siempre, lo que equivale a decir el gran poder económico y financiero, pero no la inmensa mayoría de las empresas españolas, las más afectadas.Las grandes que controlan los mercados e imponen sus privilegios e ineficiencias, no solo a los consumidores sino también al resto de las empresas, buscan la continuidad, la inercia, mantener las asimetrías e imperfección en los mercados, que no cambien el statu quo, que todo siga igual que siempre… Es decir, lo peor que puede pasarle en esta coyuntura a la gran mayoría de las empresas españolas y mucho más a las que han sido afectada en mayor medida por la pandemia.O las empresas españolas siguen confiando en el paso que le marcan las más grandes que dominan las patronales y los foros y centros de decisión, creyendo con ingenuidad que se salvarán individualmente de la debacle que saben que se avecina para la generalidad, o hacen suya una estrategia diferente de refortalecimiento del mercado interno y de creación de nuevos tipos de negocios con la complicidad del sector público y de las clases trabajadoras y profesionales.

La pandemia nos ha mostrado, sin que tampoco parezca que lo hayamos entendido, que no se puede dejar al albur de lógicas mercantiles globales la disposición de recursos esenciales básicos, sanitarios, tecnológicos, alimenticios, o incluso culturales que se pueden obtener con más eficiencia, menos coste energético y mayor seguridad en la economía de proximidad, en el interior de las naciones.

Este reconocimiento, sin embargo, no significa que se pueda considerar que Calviño esté defendiendo todos los intereses que dice defender mayoría del gobierno. No hay declaración suya en la que no se esfuerce en proteger los intereses de la gran patronal y de la banca así que, con independencia de que tenga o no el carné del PSOE (lo que yo desconozco) se puede decir de forma más que metafórica que forma parte de otro partido, ese de las grandes empresas, el IBEX y los banqueros que no se presenta nunca a las elecciones pero que actúa como si las hubiera ganado todas.

Es lógico que los grandes milmillonarios oculten el origen de sus grandes fortunas; que no reconozcan lo decisivo que ha sido a la hora de acumularla la disposición de bienes y recursos públicos por los que no están dispuestos a pagar.

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