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La rememoración del 23F, el enésimo episodio de patología política que manu militari pudo alterar la pax hispánica, incide en la recusable amplitud convencional de un concepto que está perfecta y técnicamente delimitado, provocando que la vertiente académica se desnaturalice en aras de un pretendido y a veces conseguido, interés pseudopolítico.
Comienzo a escribir más o menos cuando, a esta misma hora, hace cuarenta y un años un teniente coronel de la Guardia Civil, bigotudo y pistola en mano, asaltó el Congreso de los Diputados, un triste espadón más de los que han proliferado a lo largo de la historia de la España más profunda, un salvapátrias de los que a lo largo del tiempo han querido hacerse un hueco en los libros de historia alcanzando un triste espacio en esa España de cerrado y sacristía que cantaba Machado.
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