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Jaque al Rey

“Quiero devolver al pueblo español el derecho a saber. Yo tengo la obligación de dárselo… y al que le duela la verdad es que ama la mentira”
José Luis Heras Celemín
viernes, 4 de abril de 2014, 09:54 h (CET)
El diccionario de la Lengua Española define la palabra “jaque” como el “Lance del ajedrez en que un jugador, mediante el movimiento de una pieza, amenaza directamente al rey de otro, con obligación de avisarlo”. Cuando la palabra se coloca entre los signos de exclamación se convierte en “¡jaque!”, que el diccionario muda de sentido al entenderlo como la “interjección con que se avisa a uno (para) que se aparte o se vaya”.

La palabra jaque y la sensación de “jaque al rey”, al Rey de España Juan Car-los I, aparecieron el domingo pasado en el diario El Mundo, en una entrevista que el periodista Miguel Ángel Mellado hacía a Pilar Urbano con motivo de su último libro: “La gran desmemoria. Lo que Suárez olvidó y el Rey prefiere no recordar”.

En la entrevista se hacía un repaso a la Transición Española y al Golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Ocupaba dos páginas. Y en sólo dos páginas apareció una convicción: El Rey de España, tenido por garante de la Constitución y artífice de la convivencia democrática más larga de la historia de España, tras la lectura, había mutado en una especie de revoltoso egoísta más preocupado por sus cuestiones personales que por el interés nacional.

Aunque se anunciaba que el libro se pondría a la venta el jueves, lo cierto es que en la tarde del miércoles ya había ejemplares en algunos sitios y, ¡oh el respeto a la propiedad intelectual!, se ofrecía su PDF en internet.

Pero no hubo que esperar a la salida del libro. Con la simple entrevista se despertó la curiosidad general y empezaron las declaraciones, sobre la verosimilitud de lo apuntado en el libro, que no se conocía; y sobre la credibilidad de la autora.

Finalmente, tras manifestaciones varias y unas reclamaciones del hijo de Adolfo Suárez sobre la propiedad intelectual de una fotografía usada en el libro, a las doce de la mañana del jueves en el Hotel Intercontinental de Madrid, compareció la autora: menuda, bajita, escasa de carnes y con cara plácida.

Empezó afirmando que no iba a hablar de la entrevista publicada el domingo y que iba a dedicar sus energías a hablar del libro, de cómo lo había hecho, de las 198 páginas dedicadas a las fuentes que había tenido, de que lo terminó el día 4 de enero, de que había estado como “periodista desde dentro” pero sin tener completo el puzle, de que éste se había ido completando a medida que las fuentes se habían ido abriendo. Y todo ello por un motivo:

- “Quiero devolver al pueblo español el derecho a saber. Yo tengo la obligación de dárselo… y al que le duela la verdad es que ama la mentira”.

Desde el comienzo, ya se vio que su intención era aminorar la bronca, desarmar la “bomba periodística” y templar gaitas con todos: Del Rey dijo que “El Golpe de Estado se produjo no pretendiéndolo él”. Que echó abajo la “Operación Armada”. Que el “tejerazo” se produjo sin que lo supiera. Que se le vio sollozar creyendo que había perdido la Corona. Que había advertido “ni abdico ni me voy, tendréis que fusilarme”. Con el hijo de Adolfo Suárez, del que enseñó un burofax del día anterior reclamando la autoría de una foto, dijo que era una cuestión económica solucionable y que esperaba que, una vez leído el libro, entendiera éste como un homenaje a la memoria de su padre.

No obstante, para “vender el libro” sí hizo algunas afirmaciones, no tan importantes como las de la entrevista, pero sí con consistencia. Fue al exponer que Suárez se sintió traicionado, al citar que el Rey le dijo a Suárez que ya no tenía ideas y que era como un arroyo seco, al afirmar que el Juicio del 23 F fue un simulacro de juicio, al hablar del poco interés por descubrir la “trama civil” que había tras el golpe (que el Presidente Calvo Sotelo y el minis-tro Oliart redujeron lo que pudieron las imputaciones), al descubrir lo que llamó el chalaneo del Presidente del Tribunal con Cortina y Tejero, y al pronunciar una frase agria de Cortina (“Si me fastidian saco a los de Carrero”).

En ese tono, de hormiguita periodista laboriosa, acabó la presentación y empezaron las preguntas. Entre ellas dos llamaron la atención: La relación de Pilar Urbano con la Casa Real, que despachó con una frase venida de La Casa (“Sigue ayudándonos como hasta ahora”). Y el futuro que la autora espera para la monarquía, de la que se zafó con un regate (“El futuro de la monarquía no está en mi libro”).

Tras la presentación, ya por la tarde, se sucedieron las declaraciones. La mayoría de ellas descalificaban el libro y restaban credibilidad a la periodista. Felipe González, Nativel Preciado, Miguel Ángel Rodríguez…Otros entraban en el análisis, como David Gistau y Antonio Casado. O aportaban datos, como Federico Castaño que, desde Voz Populi, informaba de unos manuscritos de Suárez guardados en Suiza capaces, estos sí, de hacer temblar más estructuras que las conseguidas con las páginas del libro de Pilar Urbano.

También por la tarde, a los cuatro días de que El Mundo sacara la noticia, La Casa del Rey, entraba en el asunto y desmentía el contenido del libro: “Pura ficción imposible de creer”.

Antes, se había conocido un comunicado de algunos ministros de los gobiernos de Adolfo Suárez que tildaban al libro de “relato novelado-libelo” que “parece tener por objeto desestabilizar las instituciones y atacar frontalmente la figura del Rey y el Presidente Suárez a través de una acusación infame y tergiversando la verdad”.

Al acabar el día, en el tablero político nacional convertido una vez más en un tablero de ajedrez, Pilar Urbano, con su libro a cuestas veraz o mentiroso, aparecía como un simple peón, peón negro: por el color del vestido y por-que en ajedrez las negras siempre juegan tras las blancas.

Ella es la que en las últimas horas, sabiéndolo o no, ha representado alguna de estas dos importantísimas funciones:

Narradora de una partida en la que la voz “jaque al rey” produce el movimiento de un alfil (los ministros del gobierno de Suárez) y un cambio de estrategia que permita seguir la partida y la vida nacional.

O Centinela de guardia que grita un ¡jaque al rey! para que éste se aparte, se vaya, o abdique.

En ambos casos, advertido el “jaque al rey” o el ¡jaque al rey!, que tienen alguna diferencia de mayor consistencia que dos simple signos, es importante el rey (Juan Carlos I, su posible abdicación y quien le sustituya) y la continuidad de la partida (la vida nacional monárquica o republicana).

También es importante conocer cómo se está pensando la jugada, si es que la hay, para jaquear, importunar o apartar al rey, Y quién o quiénes están tras ella, advertidos, o no, por un libro de Pilar Urbano.

Pero eso, aunque algunos lo conozcan a retazos y se avise…aún no está escrito. Ni publicado.

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