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El próximo domingo 23 tenemos una cita con las urnas, unos acudirán, otros, en un puro ejercicio de pasotismo preferirán la playa o la montaña en lugar de ejercer un deber ciudadano, y también habrá quienes, después de meditar y estudiar las propuestas de los distintos partidos políticos, preferirán la abstención pensando que con esta personal opción están castigando a aquellos partidos que no han cumplido con sus promesas electorales.
Los protagonistas de estas elecciones del 28M fueron los abstencionistas que, callados y tristes, se quedaron en casa. Forman parte del grupo no movilizado de la izquierda que dejó crecer al PP, que se nutría, a su vez, de los votos de Ciudadanos.
He oído la expresión con la que titulo este artículo docenas de veces, pero nunca en boca de alguien rico o con ideas de derechas. No digo que no haya ricos que digan eso, sino que a quien yo oigo decir que no vale la pena ir a votar es a gente que vive al día o malvive o que no es de derechas.
Según el CIS, un 30% de los electores decidirán esta última semana. Estamos en la semana de la reflexión. Dice Enric Juliana que “si el 30% espera a la última semana, ahora empieza la campaña electoral de verdad. Quedan siete días para fijar posiciones”. Entonces hagamos lo debido, reflexionemos y fijemos posiciones, para animar a los demás a que hagan lo mismo.
De los jóvenes hacia la política. Pero probablemente consentida. Jugar a la abstención juvenil se ha convertido en una estrategia electoralista políticamente eficaz, a la par que peligrosa para el futuro del país. No son pocos los que se resisten, aunque su voto sea por oposición, más que por ilusión. Con el miedo escondiendo a la convicción. O fuertes arraigos o rechazo total.
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