El próximo domingo 23 tenemos una cita con las urnas, unos acudirán, otros, en un puro ejercicio de pasotismo preferirán la playa o la montaña en lugar de ejercer un deber ciudadano, y también habrá quienes, después de meditar y estudiar las propuestas de los distintos partidos políticos, preferirán la abstención pensando que con esta personal opción están castigando a aquellos partidos que no han cumplido con sus promesas electorales.
Todas las opciones son legítimas, nadie está obligado a votar. Quienes nos pasamos muchos años sin poder hacerlo, porque en España un viejo general dictador era un firme enemigo de las urnas, recordemos con alegría aquel día de junio de 1977 cuando largas colas ante los colegios electorales demostraban las ansias de la gente para poder expresar sus deseos en materia política introduciendo una papeleta en las hasta entonces desconocidas y transparentes urnas. A muchos les había costado mucho, a algunos, años de clandestinidad, cárcel e, incluso, la vida, conseguir que la democracia, con todas sus carencias, que luego descubriríamos, llegara a territorio español.
Estos días, desde varios colectivos, cobijados bajo la bandera de una cierta izquierda radical y del independentismo, están haciéndose llamadas a la abstención. Unos, desencantados de la práctica democrática de los actuales partidos, y otros bajo la excusa de que se trata de unas elecciones que no les importan para nada. La abstención siempre tiene un perdedor, siempre pierde el partido al que habrían votado los abstencionistas, basta con mirar los resultados del 28-M en la Comunidad Valenciana para comprobar que han sido el “partido abstencionista” y los votos perdidos de los votantes de Podemos los que han llevado al poder a la derecha extrema y la extrema derecha.
En ocasiones, la llamada a la abstención simplemente es una herramienta oculta para conseguir que los votantes de un partido sean seguidores de los cantos de sirena abstencionistas. En las elecciones al Parlamento español del 2009 un grupo que se relacionó con el PP pagó una campaña en las redes sociales haciéndose pasar por simpatizantes zurdos pidiendo la abstención. Ya sabemos que “ellos”, ambas derechas, extremas ya ambas, van a votar en formación y ordenadamente.
Con las papeletas del 28-M todavía calientes ya vimos que los nuevos Ayuntamientos y Parlamentos surgidos de esa carrera electoral venían a hacer una política, en muchos casos, de venganza y marcha atrás. Obras de teatro prohibidas, festivales literarios que no volverán a celebrarse, supresión de servicios en defensa de las mujeres, descomunales aumentos de sueldo y, especialmente, en el País Valencià y les Illes un ataque de odio a la lengua del País disfrazado bajo la palabra “libertad” con el intento de volver a hacer crecer el secesionismo lingüístico bajo la excusa de defender una lengua que, al menos en el País Valencià, nunca hablan ni la derecha extrema ni mucho menos la extrema derecha.
Por eso, para detener todo lo que nos puede llegar a venir, ahora el mal ya no sólo viene de Almansa, ya lo tenemos entre nosotros, el 23-J hay que llenar las urnas con las papeletas de partidos que entre las hojas de su programa tengan la defensa de los trabajadores, de las mujeres, de la cultura, de la sanidad y la enseñanza pública, de la libertad de expresión, de los derechos que tanto nos ha costado conseguir, de la lengua y su enseñanza en las escuelas. Que los votos de los demócratas sean los ladrillos de una frontera que detenga el fascismo.
|