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Quisiera ser capaz, de agasajarte, como Tú te mereces, Madre mía; y poder expresarte, cada día, la alegría de mi alma al contemplarte. Mas reconozco, que no soy baluarte, desde donde cantar la alegoría, que explique porque a Ti Virgen María te eligió nuestro Dios para ensalzarte.
Solo de pensar en Ti, se me anuda la garganta, y mi fervor se agiganta queriendo escapar de mi. Imaginando aquel Sí, se sublima Tu figura, y mi fe recobra altura ante el firme compromiso, que, en gesto noble y sumiso, aceptaste, Virgen Pura.
Transida ante el Calvario de aflicción,´mostraste ante el mundo una gran proeza: aceptar el dolor y no ser jueza al convertir Tu pena en oración. Plegaria sustentada en el perdón, alma limpia, robustez y grandeza, que sustentan Tu virginal pureza y Tu caritativo corazón.
Pienso a veces que todo este ruido de fiestas está lejos del espíritu católico, pero ahora rectifico: bienvenidas sean todas las fiestas que dediquemos a la Virgen, nuestra madre que nos ama como sus hijos.
Madre del Consuelo, nos sentimos tan Tuyos, tan cercanos como lo están el sol y las estrellas.
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