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Parece tarea ímproba sublimar el grado máximo de curiosidad en un continente que, teórica y realmente, es mágico. Es tan portentoso, que hasta el río más caudaloso del mundo resulta ser un capricho de la naturaleza -según leí y copié literalmente en aquellas tierras- en una de las cordilleras andinas del sur peruano, la sierra de Chila, las nieves perpetuas alumbran centenares de arroyos que se dejan caer hacia occidente, en busca del océano Pacífico.
Quisiera ser capaz, de agasajarte, como Tú te mereces, Madre mía; y poder expresarte, cada día, la alegría de mi alma al contemplarte. Mas reconozco, que no soy baluarte, desde donde cantar la alegoría, que explique porque a Ti Virgen María te eligió nuestro Dios para ensalzarte.
Solo de pensar en Ti, se me anuda la garganta, y mi fervor se agiganta queriendo escapar de mi. Imaginando aquel Sí, se sublima Tu figura, y mi fe recobra altura ante el firme compromiso, que, en gesto noble y sumiso, aceptaste, Virgen Pura.
Transida ante el Calvario de aflicción,´mostraste ante el mundo una gran proeza: aceptar el dolor y no ser jueza al convertir Tu pena en oración. Plegaria sustentada en el perdón, alma limpia, robustez y grandeza, que sustentan Tu virginal pureza y Tu caritativo corazón.
Pienso a veces que todo este ruido de fiestas está lejos del espíritu católico, pero ahora rectifico: bienvenidas sean todas las fiestas que dediquemos a la Virgen, nuestra madre que nos ama como sus hijos.
Madre del Consuelo, nos sentimos tan Tuyos, tan cercanos como lo están el sol y las estrellas.
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