Solo de pensar en Ti,
se me anuda la garganta, y mi fervor se agiganta queriendo escapar de mi.
Imaginando aquel Sí, se sublima Tu figura, y mi fe recobra altura ante el firme compromiso, que, en gesto noble y sumiso, aceptaste, Virgen Pura.
Dios te escogió como Madre, de su amantísimo Hijo, y Tu amor fue tan prolijo que abarcaba a Hijo y Padre.
Por ese amor, Virgen Madre, Tú, sin mancha concebida, acataste complacida cooperar con Padre e Hijo, abrazando el Crucifijo rico Manantial de Vida.
Como era natural, Dios te tenía reservado, un lugar privilegiado en la Corte Celestial.
Y desde aquel pedestal, excelsa y dulce Señora, sigues siendo Protectora, de toda la humanidad, por Tu serena bondad de Madre y Corredentora.
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