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El 'sexting', el envío de fotografías o vídeos de contenido sexual mediante dispositivos electrónicos, ha ganado popularidad en los últimos años, especialmente entre los más jóvenes. Según un estudio, el 24,4% de los adolescentes españoles ha practicado sexting en alguna ocasión. Esta tendencia ha dado lugar a un aumento preocupante de casos de 'sextorsión', una forma de chantaje en la que se amenaza con divulgar material íntimo si no se cumplen ciertas demandas.
Con el desastre de numerosas poblaciones valencianas casi nos hemos olvidado de la presunta corrupta, traficante de influencias y apropiación indebida, Begoña Gómez, incluso hasta del podemita agresor sexual, luego transformado en Sumatorio, Íñigo Errejón. Está tan envenenado el país por la corrupción y las ya conocidas corruptelas que pisamos en un lodazal como el originado por la DANA.
Iluso y corto de entenderás es quien cree que, cuando un facineroso pide algún bien para devolver algo de lo que criminalmente se ha apoderado, una vez otorgado lo que exige, entregará lo que tiene en su poder, y tranquilamente dejará de extorsionar al chantajeado, y la situación volverá al 'statu quo' en el que se encontraba antes de la presión del extorsionador.
En nuestra querida España se está produciendo esta extorción que redunda en beneficio de unos pocos y causa un gran perjuicio al resto de los españoles. Esta situación no es nueva ni nos pilla de improvisto. Hay tres formaciones políticas que son, mal que nos pesen, las que empuñan la batuta con la que dirigen el concierto de nuestra Nación. Son los irredentos independentistas, catalanes y vascos a los que se les ha añadido EH Bildu.
Es casi un axioma que nunca se debe de ceder ante un chantaje por el motivo que sea, pues el chantajista se aprovecha de una cierta situación sobre el chantajeado al que tiene cogido por salva sea la parte y sabe que mientras más apriete más sufre este y, con tal de verse libre de la presión, está dispuesto a ceder en todo lo que se le pida.
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