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A pesar del tiempo transcurrido, el resquemor ante un posible contagio nos hace estar un tanto mosqueados ante cualquier noticia. Los miembros del “segmento de plata” seguimos siendo candidatos “preferentes” a contagiarnos del dichoso “coronavirus”.
El mundo está en transición. Siempre lo ha estado, pero no siempre para marcar el rumbo del futuro a corto y mediano plazo. En relación con los cambios inesperados, hace poco lo acabamos de corroborar con una situación que nos explotó frene a todos. De un solo golpe y mediante un brutal choque de realidad casi toda la población mundial entró a la llamada “nueva normalidad”, la del covid-19.
Según el estudio, el 80% de los hogares que cuentan con educación financiera básica dedica ingresos al ahorro, en contraste con un 40% de los hogares no capacitados financieramente. El nivel socio-económico y el ciclo vital son factores influyentes pero no determinantes. Diferencias regionales: los hogares de la Zona Sur/Andalucía y Canarias ahorran menos (ajustando por nivel socioeconómico y envejecimiento de la población).
Sin embargo, esto depende del gusto de cada uno. Hay mancebos y mancebas que gustan de “producirse ante el personal”; obtienen un placer, para mí difícil de entender, en el hecho de que los reconozcan por la calle, en el transporte público, en un restaurante o la sala de espera del dentista. Y comprendo su frustración ahora que todos nos vemos obligados a usar esa especie de antifaz por culpa de la pandemia. Lo deben de pasar fatal.
Este mundo de prisas y de pocas pausas, olvida con demasiada frecuencia la necesidad de pararse a pensar, de sonreír al que se cruza en nuestro camino, ya no digamos de ocuparse y preocuparse por aquel que solicita nuestra asistencia, esa dimensión de gratuidad la tenemos aletargada, puesto que nos hemos acostumbrado a movernos por intereses mundanos. Hay que volver a esa innata sabiduría del corazón, la de ser solidarios con el análogo sin juzgarlo.
Todos tenemos el susto en el cuerpo con el Covid-19 y la ineficacia mostrada por el gobierno ‘bichavista’, fruto de la desidia y del mal asesoramiento sanitario. Diez días llevaba el gobierno madrileño pidiendo medidas al central sin que éste reaccionaria.
“Miré, y vi un caballo bayo. El que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades lo seguía: y les fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad y con las fieras de la tierra.”
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