A pesar del tiempo transcurrido, el resquemor ante un posible contagio nos hace estar un tanto mosqueados ante cualquier noticia. Los miembros del “segmento de plata” seguimos siendo candidatos “preferentes” a contagiarnos del dichoso “coronavirus”. Durante estos últimos años las posibilidades de contagio han disminuido de una forma asombrosa. A estos datos se han unido la serie de vacunas que nos han sido inoculadas a aquellos que hemos optado por ello. Sin embargo, de vez en cuando, surge la noticia que nos vuelve a meter las cabras en el corral. En mi caso, una llamada de una señora que viene por casa, indicándonos que ha dado positivo en “el bicho”. Una señal de alarma que nos pone en tensión, aunque sepamos que las posibilidades de contagio son escasas, nadie nos quita el temor a la vuelta de unos tiempos complicados. Ayer ha salido el decreto que revoca la obligación del uso de las mascarillas, en los reductos que aun permanecían señalados como posibles focos de contagio. Un auténtico respiro que no exime de que sigamos teniendo precaución ante cualquier conato de vuelta a las andadas. No podemos bajar la guardia. Vacunas, higiene y contactos mínimos. Con un poco de suerte desaparecerá el dichoso virus y, como mucho, lo sufriremos como otro tipo de resfriado o infección respiratoria. En mi casa convivimos personas de 96 años a 4 meses. Un muestrario de edades que nos obliga a estar pendientes. De momento, pasados tres días, continuamos indemnes. Por esta vez, me parece que nos hemos escapado.
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