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En una sociedad de consumo como la que vivimos, la capacidad de pensar no se aplica en muchas situaciones, por parte de bastantes personas. En la sociedad del espectáculo y de la imagen y la apariencia, parece que lo primordial es simplemente sentir y dejarse llevar. Lipovetsky acuñó conceptos como hipermodernidad e hiperindividualimo.
¡Qué difícil es posicionarse con sentido! Pero la renuncia es destructora, aniquiladora, de la mínima condición personal. Reducirlo todo a un exclusivo cuerpo biológico no resuelve el dilema. Las palabras son insuficientes, tenemos serios problemas a la hora de concretar qué es la presencia personal, su singularidad y atributos. Su esencia relevante es la SINGULARIDAD, nadie suplanta sus ejes.
La excesiva tranquilidad es un señuelo para el cual no estamos preparados, ni las circunstancias permitirán nunca su arraigo duradero. Los cambios son incesantes y los desconocimientos inmensos. Ante esa tesitura movidita, como nunca controlamos la totalidad de los factores involucrados, nos incordian, inclementes, las insatisfacciones, sean cualesquiera las veredas transitadas.
Analicemos primeramente el vocablo, desde su etimología, para notar qué nos revela. Bien sabemos que “asombro” proviene del latín “amiratio”, entendido como admiración en cuanto que “ad” se refiere a la dirección hacia la que se dirige la “miratio”, mirada u observación. En esta acepción, se trataría de la mirada que se dirige hacia lo que causa perplejidad.
A este paso, la perplejidad se convertirá en la actitud habitual de las personas. La supuestas cualidades y recursos no remedian la serie de barbaridades experimentadas. Nadie parece tener la capacidad de responder a la reiteración de despropósitos provocados por los humanos. El desconcierto alcanza hasta los próceres de cada profesión, apenas se ciñen a sus saberes sectoriales.
Aplicando algo de exégesis. Cuando se hace cultura de las artes, cualesquiera que estas sean, fluye como un notable sentimiento parido desde las entrañas del alma humana, por eso todo esta permitido en la vivificación de la cultura de las artes. Ahí está la verdad por excelencia. Existen criterios de criterios. En todo caso y mi opinión, hay que dejar que el letrista en su letrística escriba como lo siente.
Sobre la libertad se acumulan las impresiones procedentes de cualquier ángulo de apreciación. Los obstáculos para su ejercicio también proliferan de forma desigual en los diferentes sectores. Los impedimentos naturales representan un reto permanente para liberarse de ellos, aunque son recios los límites de nuestras posibilidades. Los comportamientos cotidianos nos abocan al conflicto de la diversidad de libertades deseadas por cada sujeto.
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