¿Se acuerdan hace ya un tiempo cuando los medios deportivos de comunicación llamaron idiota al gran Luis Aragonés por no llevar a Raúl González a la Selección? Eso, desde fuera de los entresijos futbolísticos, suplantaba los criterios del técnico profesional, al que además se le insultó. En este caso, el adjetivo rebotó sobre los medios deportivos, y ¿quién quedó como verdadero idiota? No don Luis, sino los medios...
Una declaración contundente no adquiere consistencia verdadera por llamar la atención, su valor estriba en los argumentos.
En el ámbito de los recuerdos, deambulamos entre el olvido progresivo y los retazos mantenidos en activo durante el transcurso del tiempo, unos involuntariamente y otros mantenidos con esfuerzo.
Pues bien, todos podemos apreciar en los diversos campos, sobre todo en el de las manipulaciones políticas, esa pretensión insolente de imponer determinadas memorias a fuerza de decretos o actuaciones interesadas. De ese modo, las memorias históricas, o en zonas concretas los comportamientos coloniales o lo que convenga a determinados sectores, originan diversas manipulaciones.
Bajo cada insolencia, con aires de saber absoluto, a cualquier persona que piense aunque sea un poco, le chirrían estas dominaciones, que denuncian el carácter impresentable de sus promotores.
¿Les suenan estas componendas? Son intromisiones frecuentes.
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