El suspiro en mudo, de aquellas palabras con la mera mirada...

A Alejandra le gustaba ir al cementerio los fines de semana y comprar un ramo de rosas para el abuelo en una de las muchas floristerías que había a lo largo del camino.

- La muerte está cerca. La muerte está cerca.

San Pedro con su llavero de osito tomando miel de eucaliptos a las puertas del “único cielo...

Verónica limpiaba todos los días el parque. Trabaja ahí desde hacía muchos años. Ella era muy alta, tenía el pelo largo moreno y se lo cogía en una coleta para ir a su puesto de trabajo.

Me dijiste si quiero o no quiero te diría algún día aún estoy esperando que me lo pidas.

Cuando nuestra muchachita iba por el parque recibía piropos que la molestaban a veces, porque no serían de chicos altos, rubios y de ojos claros, no allí, en ese país de negritos y mestizos, que es Venezuela.

Alicia estaba agotada de la existencia que llevaba. Todos los días, se comía un atasco de una hora y media, ida y vuelta, para ir al trabajo.

Siempre antes de matar, me como mis tres manzanas, es la fruta del pecado y la hay que saborear.

Tic, tac, tuc, tec, rec, rick,ronnnnnn. Mucho ronnnnnnnnnn.

Anda y dile que le quiero, que por él pierdo el sentido que es mi amor profundo y verdadero.

Hoy, va por ti, por tus bellos ojos llorosos en antigua risa, para que tu alma vuelva a ser la que era en el antaño de tu presencia perdida por el mal.

A Alejandra le gustaba bastante el amanecer y yendo para el colegio más de una vez se quedó observándolo en silencio.

La metáfora de la vida, sino, destino, castigo...

Debo darle esperanza, y no la tiene del todo por sus faltas la pierde, ni yo sé si ahora tenerla tengo.

Mi amor vive en Sevilla y yo le diré que sí, somos lo que somos hoy nos encontramos y nos amamos.

A veces pienso que, hoy el ser humano, vive en una permanente sensación de derrota; a juzgar por los diversos ambientes desilusionantes y egocéntricos que nos sacan de quicio.

Alejandra se fue a vivir a la capital para estudiar en el colegio. Le hacían gracia sus profesores.

“Que vaya a misa, recibiendo la bendición de San Pedro”.

Lucilda tenía una tienda de sex-shop en una calle de un pueblo de Madrid. Venía ya bastante gente a usar sus productos y también del extranjero.