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Puede ser que a mis lectores asiduos y los que no lo son, les resulte repetitivo de este artículo, pero está poseído de su razonamientos tomados de la realidad oficial y política de Andalucía. Esa que nos sirve en bandeja el bostezo y la indolencia, que mirando hacia atrás sin ira, aunque bien molesta, choca, con los dichos y chabacanos del andalucismo folclorista de gamba en la mejilla, que nos está lloviendo a raudales.
Ahora lo que está en primer plano es la guerra de Ucrania sobre la que se dan tantas noticias a través de los medios que solo entendemos y vemos que los rusos bombardean sus ciudades, derriban sus edificios y mueren sus ciudadanos, mientras otros huyen de allí en largas colas.
Desde hace 42 años Andalucía celebra oficialmente el dia en el que los hombres y mujeres andaluces decidieron en un referéndum que sus intereses pudieran ser gestionados y administrados desde el corazón de su propia tierra, de ese corazón del que fluye la pasión, la sabiduría y la vitalidad que los pueblos fenicios, griegos, romanos, árabes o judíos han infundido durante siglos a quienes hoy somos sus herederos por nacimiento o adopción.
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