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Desde el momento en que nacemos, llegamos al mundo con una curiosidad innata, con la capacidad de conectar con los demás y de aprender con una pasión inagotable. Sin embargo, a medida que crecemos, nuestras experiencias tempranas moldean nuestra forma de percibir la vida: ¿Somos dignos de ser amados? ¿Es el mundo un lugar seguro o un sitio del que debemos protegernos?
Hay dos clases de orgullo, el bueno y el malo. El orgullo puede ser pecado nefasto o felicidad compartida. El orgullo de pertenencia a una ciudad o pueblo, a un territorio, a una familia, incluso al club de fútbol local forma parte del orgullo bueno. Yo soy defensor del orgullo de pertenencia, porque para conseguir parcelas de felicidad es bueno estar contento con la tierra que se pisa.
Concienciar sobre los problemas que sufren muchas personas en todo el planeta para fortalecer un sistema que los comprenda y apoye, es básico, es fundamental. No soy un entendido en el tema, pero creo que un gran paso para lograrlo, es desestigmatizar el diálogo sobre la depresión.
Según se estima en los últimos estudios del sector, para dentro de 30 años los pacientes con problema de memoria se habrán duplicado. Solo en Finlandia, datos que son también similares en otros países, para 2050 se espera que haya hasta 172000 personas con trastornos de la memoria.
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