Vivimos sometidos -intencionalmente- a la crónica funesta de estadísticas siempre lamentables, epónimas del tiempo en el que vivimos, cuando no, también, alienantes en el más amplio sentido marxista de la palabra; porque esa alienación tiene un correlato con la globalidad en un mundo de “daños colaterales”, en un mundo líquido. Sobre esto último, versa éste análisis: cómo nos vemos inmersos en una nueva clase (los desocupados) en un mundo donde el “capitalismo irónico”, no solo llegó para quedarse, sino que también muestra duramente su ironía, a veces rozando lo inmoral.