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En el capítulo 2, versículo 5 del Génesis, podemos leer las palabras con las que la serpiente (Satán) hizo que Eva comiese de la fruta prohibida y le hiciese consumir también a Adán: "Eritis sicut dii scientes bonum et malum" ("Seréis como dioses, conocedores del bien y del mal"), pero, aparte de conocer el bien y el mal, conseguirían, siendo como dioses, al igual que Dios, el don de la inmortalidad.
Como sabemos, la visión cristiana y otras religiones tienen también un aprendizaje más allá de la muerte, pero aquí quería subrayar que la teoría de la reencarnación no es un escapar, al menos de modo total, hacia un más allá sin responsabilidad, sin bien ni mal, sino que tiene el 'karma', encadenamiento de causas y efectos, según los actos realizados las consecuencias serán positivas o nefastas.
Aseveró Borges que vivir eternamente “sería el peor castigo, sería el infierno”. La inmortalidad ha sido, desde siempre, una obcecación de los humanos, tan restringidos como estamos en el tiempo, con una existencia corta y precaria. Igual fue por ello que ideamos a los dioses, eternos en cronología.
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