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En esta España nuestra salta la liebre o el gazapo cuando menos se espera. Nadie duda de que el presidente socialista y felón cargará con muchos mochuelos en los próximos años. Está rodeado de corrupción, malas artes y peor gestión. España ya parece una subasta de tramposos, jueces en lucha, gobernantes irresponsables, ladrones del dinero a los parados y jueguecitos para implantar el impuestazo a la banca y a las energéticas, entre otras guerras sin cuartel.
Tras la esperada sentencia condenatoria del Supremo sobre el inmenso fraude del PSOE andaluz, he tenido diferentes sensaciones. La primera, de estupor pensando en los 13 años transcurridos en los tribunales. La segunda, de sorpresa sobre la exquisitez de casi todos los medios en general y particularísimamente los de izquierdas en el tratamiento de la noticia. Y, la tercera, sobre los comentarios de los componentes del gobierno y de los partidos que lo forman.
Han sido años en los que la derecha ha tenido que soportar el estigma de ser corrupta. No es que no haya merecido el recibir el castigo por lo que, alguno de sus miembros notables, aprovechándose de sus cargos ha conseguido para sí o para el propio partido por métodos ilegales o por medio de contactos poco recomendables que, finalmente fueron denunciados por quienes, naturalmente, estaban interesados en que aflorasen al conocimiento público para el descrédito del PP.
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