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Las personas que actúan en consecuencia con sus ideas y son coherentes con sus principios o ideales, pueden estar equivocadas, pueden extralimitarse, pueden dañar la convivencia… pero nunca se les podrá imputar la traición a sus principios o a su ideología.
El sentido final de todo juramento es la manifestación pública de la “honradez personal”. Ese es el motivo por lo que “jurar en falso” siempre ha sido considerado ignominioso en todo tipo de cultura. No se puede obligar a realizar juramento que comprometa a llevar a cabo algo ilegítimo, imposible o contra la propia ideología personal o ética colectiva. Lo grave es hacer el juramento a sabiendas de las contradicciones personales.
El sentido social y moral del juramento ha sido siempre el eje del funcionamiento justo y fiable de un estado de derecho. No ser consecuente con el juramento es poner piedras en el camino e imposibilitar el recto funcionamiento de los Estamentos Sociales. Una sociedad y un Estado que consienten convertir en baladí el juramento social, comienzan a cavar su propia tumba.
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