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La reapertura de la catedral de Notre-Dame de París, el 8 de diciembre de 2024, ha sido un acontecimiento histórico cargado de simbolismo. Este monumental proyecto, que surgió de las cenizas del incendio de 2019, representa no solo la restauración de un edificio icónico, sino también la perseverancia y unidad de miles de personas comprometidas con preservar un tesoro cultural y espiritual.
La reciente inauguración de la restauración de la catedral de Notre Dame en París fue un evento cargado de simbolismo. Sin embargo, la ausencia de una representación oficial española—ni la Casa Real ni el ministro de Cultura asistieron—ha levantado preguntas sobre las razones detrás de esta decisión y su posible trasfondo diplomático.
En Abril de 2019, un pavoroso incendio en Notre Dame, la catedral católica más emblemática de Europa, encogió el alma de los parisinos y de millones de ciudadanos del mundo que, creyentes o no, contemplábamos impávidos como el fuego devoraba el templo que representa uno de los símbolos más preciados y significativos de las raíces cristianas de nuestra cultura europea.
Inmediatamente se me vino a la memoria aquel otro Lunes Santo en el que toda Málaga se sintió consternada por el incendio de un famoso almacén del centro de la ciudad. Aquél día-no tendría yo ni una docena de años- pudimos observar como los componentes de la Banda de los Bomberos abandonaron el recorrido oficial para incorporarse a su trabajo.
Durante la pasada tarde del lunes, los trovadores digitales anunciaban que la catedral de Notre-Dame estaba siendo engullida por un piélago de llamas. No pocos nos pegamos al teléfono móvil, como si esta ansiedad redujera el incendio que evaporaba la catedral parisina. Para nuestra desazón, el fuego se incrementaba, y las primeras imágenes mostraban cómo se derrumbaba la aguja.
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