La reapertura de la catedral de Notre-Dame de París, el 8 de diciembre de 2024, ha sido un acontecimiento histórico cargado de simbolismo. Este monumental proyecto, que surgió de las cenizas del incendio de 2019, representa no solo la restauración de un edificio icónico, sino también la perseverancia y unidad de miles de personas comprometidas con preservar un tesoro cultural y espiritual.
En el acto de inauguración participaron personalidades de todo el mundo, dejando claro que, aunque la catedral sea profundamente francesa, pertenece al patrimonio de toda la humanidad.
La promesa de reconstruir Notre-Dame “aún más hermosa” en solo cinco años enfrentó enormes retos arquitectónicos y logísticos. Más de 800 millones de euros en donaciones privadas hicieron posible la reconstrucción, mientras que la Iglesia francesa contribuyó con los elementos litúrgicos, como un altar que simboliza la mesa que emerge del suelo para ofrecer el sacrificio a Dios. Hoy, su fachada restaurada y el esplendor de sus vitrales son testimonio del compromiso de una generación de artesanos y especialistas que unieron esfuerzos en esta causa. Entre ellos, destaca Antonin, un maestro cantero cuya experiencia personal y profesional ilumina esta obra única.
Una historia de conversión y dedicación
Antonin, artesano especializado en monumentos históricos, encontró en la reconstrucción de Notre-Dame un propósito que trascendía lo profesional. Como maestro cantero, trabajó en el frontón sur de la catedral, donde reconstruyó dos pináculos de ocho metros de altura situados a ambos lados del gran rosetón. Cada piedra fue desmontada, renovada y pre-tallada en el suelo antes de ser colocada con absoluta precisión. “Era un trabajo de precisión y pasión; cada piedra debía ser perfecta”, explicó Antonin.
Lo que hace su historia aún más singular es que Antonin había sido bautizado apenas seis meses antes de unirse al proyecto. Su conversión al catolicismo marcó profundamente su perspectiva sobre el trabajo. “Desde que comencé a trabajar en Notre-Dame, me sentí conmovido. Trabajaba bajo la estatua de Cristo, con las manos heridas por los estigmas, bendiciendo París desde el frontón sur. Realmente sentía que estaba ayudando a reconstruir un edificio para Dios y a los pies de Dios”.
Antonin también compartió cómo la fe influyó en su día a día en la obra. En momentos de espera, sacaba su rosario y rezaba, un gesto que provocaba bromas amables entre sus compañeros. Sin embargo, otros lo defendían, reconociendo la dimensión espiritual de su acción. “Rezar el rosario en ese frontón, siguiendo el recorrido del sol a lo largo del día, era algo increíble. Cada mañana rezaba a san José, patrono de los artesanos, y sentía que mi trabajo se resintiera si no lo hacía”, confesó.
El arte sacro como oración
La experiencia de Antonin muestra cómo el arte sacro trasciende lo material para convertirse en una expresión de fe. La tarea de los canteros, inspirada en la tradición medieval, combina técnica, dedicación y espiritualidad. Trabajar en algo bello, aunque invisible para quienes lo contemplan desde la calle, representa una ofrenda: un don gratuito a Dios. “Hicimos algo hermoso, invisible para las personas desde la calle. Es un trabajo de don gratuito. Comprendí que mi trabajo era también operatio Dei, una labor humana con entrañas y perfiles divinos”.
El libro “Camino”, de san Josemaría Escrivá, ayudó a Antonin a profundizar esta visión. Según él, las frases concisas y directas del libro resuenan especialmente entre los artesanos, destacando el valor del trabajo bien hecho como medio para encontrar a Dios. “Los puntos de ‘Camino’ sobre el trabajo resuenan particularmente en nuestro mundo de tallistas: hacer bien y encontrar en lo bello, la perfección. Y en este camino para conseguirlo, buscar a Dios”.
Un legado de esperanza
La reconstrucción de Notre-Dame es más que una restauración arquitectónica; es un testimonio del poder del trabajo humano como expresión de lo divino. Para Antonin, trabajar en la catedral fue una experiencia transformadora que reforzó su fe y le permitió conectar su vocación con un propósito más elevado. Este proyecto, que comenzó como una respuesta a una tragedia, se ha convertido en un símbolo de unidad, perseverancia y belleza para el mundo entero.
La reapertura de Notre-Dame no solo celebra la restauración de un edificio, sino también la capacidad del ser humano para encontrar esperanza y trascendencia en su trabajo. Como dijo Antonin, “ahora sé que el Señor está a mi lado y me acompaña en el camino”.
|