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Arde Notre Dame

Hay un incendio generalizado en el seguimiento de Jesús de Nazaret, aunque se siguen manteniendo muchos signos externos
Manuel Montes Cleries
miércoles, 17 de abril de 2019, 15:02 h (CET)


Inmediatamente se me vino a la memoria aquel otro Lunes Santo en el que toda Málaga se sintió consternada por el incendio de un famoso almacén del centro de la ciudad. Aquél día-no tendría yo ni una docena de años- pudimos observar como los componentes de la Banda de los Bomberos abandonaron el recorrido oficial para incorporarse a su trabajo, mientras las calles de Málaga se llenaron de pavesas desprendidas del incendio, que pusieron un dramatismo añadido a la gravedad del suceso.

Pero volviendo a la actualidad, una de las maravillas del gótico, la Catedral de Notre Dame en Paris, que inició su construcción hace casi novecientos años, ha perdido en un incendio toda su techumbre, el cimborrio, la aguja y un montón de sus tesoros aun no evaluado. Ya sufrió otro incendio en el siglo XIX y sobrevivió a la Revolución Francesa y a dos guerras mundiales sin ningún daño.

Las catedrales arden. Supongo que por sus viejas estructuras de madero y de plomo, así como la proliferación de cirios y de humos. Gracias a Dios se han salvado las dos torres y el Rosetón –mi imagen preferida de Notre Dame- así como una serie de tesoros religiosos y de todo tipo que se encontraban entre sus paredes.

Hace varios años tuve la oportunidad de visitar la catedral de Colonia, otro templo gótico que se comenzó a construir en el siglo XIII y aun está rodeado de picapedreros que tallan bloques para completar su estructura. Este templo también ha sufrido incendios en diversas ocasiones y quedó parcialmente destruido en la segunda guerra mundial.

Ante esta situación se nos enciende la lucecita de la fe y nos lleva a las palabras de Jesús de Nazaret. Él habla de la destrucción del templo –cosa que había sucedido anteriormente en varias ocasiones-. En el año 70 de nuestra era se destruyó por última vez y solo queda en pie el Muro de las Lamentaciones. Cuando Jesús habló de su reconstrucción en tres días se refería al espacio que medió entre su Muerte y su Resurrección Gloriosa. Como tantas otras veces… no le entendieron.

El incendio de Notre Dame, quizás uno de los templos más significativos de la Europa Católica junto al Vaticano y la catedral de Santiago, tiene una lectura muy significativa comparable al deterioro de la fe de los europeos. Unos países que están manifestando un interés más acendrado en el tener que en el compartir; en lo humano que en lo divino.

Hay un incendio generalizado en el seguimiento de Jesús de Nazaret, aunque se siguen manteniendo muchos signos externos. Nos preocupamos mucho más de la torre de nuestra Catedral o del recorrido de las Procesiones de Semana Santa que del problema de los emigrantes o la pérdida de valores en las familias sacramentalizadas pero exentas de vivencias consecuentes con dichos sacramentos. Estamos más dedicados a las formas que al fondo.

Gracias a Dios Notre Dame será reconstruida, muchas fortunas se han prestado para ello y volverá a vivir su esplendor y belleza. Le pido a Dios que aprovechemos esta Semana Santa para reconstruir en nuestra medida el Cuerpo Místico de Cristo presente en el hermano que sufre y en una humanidad con escasos valores positivos. Feliz Resurrección el próximo domingo de Jesucristo en cada uno de nosotros. Y en especial de esa vieja Europa que se muere de éxito y de abandono de lo trascendente...

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Inventamos a nuestros enemigos cuando procede, que suele ser casi siempre, tal vez porque ideamos asimismo todo lo referido a nuestras vidas. Ocurre ello a escala individual y subjetiva, pero también a escala colectiva, sea en el nivel familiar, grupal, tribal o político.

Dos rasgos peculiares han favorecido la gestión del comentario de hoy y su contenido. La relectura de un libro que mantengo entre mis preferidos y el acercamiento a la situación real de la presencia humana en el mundo. El libro es “El quinto día”, de Frank Schätzing; nos viene de perlas, para enlazar con una serie de consideraciones relacionadas con las andanzas de los seres vivos en mares y tierras, unas de lo más patentes y otras poco o nada conocidas.

Recuerdo aquellas noches, después de las sencillas cenas de un colegio religioso, cuando salíamos a los patios del Colegio, en realidad las partes traseras del edificio. No olvidaré los paseos en grupo, rodeando a alguno de nuestros profesores. Se hicieron famosos los que presidía un sencillo sacerdote venido de Japón.

 
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