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La propaganda ha sido una herramienta poderosa para moldear las creencias y actitudes colectivas, y Edward Bernays, uno de los padres de las relaciones públicas, introdujo el concepto de un “gobierno invisible” que gobierna la opinión pública mediante el control de la información. Este “gobierno invisible” está formado por expertos en propaganda y relaciones públicas que manipulan ideas y gustos sociales sin que la mayoría de las personas lo perciba.
El ciudadano necesita una información veraz y total. Lo contrario, significa que no es considerado como tal. Los estados, después, podrán aportar todos los matices necesarios para que su experiencia y profesionalidad delineen las razones de estado que consideren oportunas. Y a nosotros nos corresponderá decir sí o no. Después de todo somos los verdaderos sufridores de las consecuencias de esas razones. Pero esa información previa es indispensable.
En el teatro de la impunidad, no solo los actores principales parecen exentos de la justicia, sino que el propio auditorio corea cánticos de perdón y excusa mientras sufre de ecolalia crónica no diagnosticada. Exculpación popular. Como en misa. Esta epidemia se expande cuando el fanatismo desmedido por ciertos personajes políticos o mediáticos ejerce una influencia desproporcionada en la opinión pública, convirtiendo la crítica y la rendición de cuentas en misión imposible.
La opinión pública del Paraguay está dividida con relación a la aplicación con efecto internacional de las leyes OFAC, a veces la ley MAGNITSKY o la ley RICO, o la ley KINGPIN con respecto a ciudadanos y/o empresas paraguayas. Muchos están de acuerdo y otros especialmente los políticos comprometidos con la corrupción, no.
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