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Los que ya pintamos canas siempre hemos conocido y, sobre todo aceptado, la realidad “Trans”. Realidad siempre muy respetada, querida, comprendida. La Administración, sin embargo, la encuadró, indebidamente, en el aspecto sanitario, como si fueran unos enfermos, (no ha sido la sociedad la que erró sino los gobiernos y los políticos).
Una buena parte de la clase política se caracteriza por el odio. Los ojos desorbitados cuando se refieren a personas que no comulgan con lo que ellos piensan. Pretenden excluirlos de la palestra pública. Ignoran el proverbio que dice: “Hay hombres cuyas palabras suenan como estocadas”. La segunda parte del proverbio dice: “Mas la lengua de los sabios es medicina” (Proverbios 12: 18).
El camino iniciado por el actual Gobierno --indultos injustos y amenazas incluidas—es muy peligroso, no sólo por las personas que hacen el mal sino por las que se sientan a ver lo que pasa sin evitarlo. Por mucho que se empeñe este Gobierno, nunca podrá normalizar, y mucho menos blanquear, las amenazas permanentes o los pactos con proetarras, nacionalistas de vía estrecha, independentistas de calcetín polvoriento o golpistas de tartera penitenciaria.
La sonrisa es la firma electrónica de la falsedad hipócrita de los siempre "comedidos" acuerdos sociales, es decir, acuerdos SIN FONDOS, acuerdos SIN BENEFICIARIOS REALES, acuerdos A MEDIDA DE LOS PARTIDOS gobernantes...
En su obra “La insoportable levedad del ser” Milán Kundera escribe: “Si la Revolución francesa tuviera que repetirse eternamente, la historiografía francesa estaría menos orgullosa de Robespierre. Pero dado que habla de algo que ya no volverá a ocurrir, los años sangrientos se convierten en meras palabras, en teorías, en discusiones…”.
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