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Hay una verdad incómoda que muchos prefieren ignorar: la justicia no es ciega, es selectiva. Para algunos, es una mercancía, un servicio premium con tarifas exclusivas, para otros, es una trampa en la que caen por no poder pagar el precio de la inocencia. En este juego de balanzas desequilibradas, los poderosos se pasean con impunidad, mientras los obreros, los humildes, los ciudadanos de a pie, cargan con el peso de la ley en su versión más despiadada.
El deudor tiene que no poder cumplir regularmente con sus obligaciones. Si el concurso lo solicita, el deudor se denominará voluntario y deberá justificar su endeudamiento en su solicitud de concurso.
Aunque pueda parecer que me remito demasiado tiempo atrás, para entender lo que ocurre hoy día en el sector eléctrico español hay que saber que las principales empresas que ahora lo dominan vienen de otras que se fraguaron en el franquismo, un régimen que no acabó con las libertades por el gusto de acabar con ellas, sino para defender los intereses de los grupos económicos más poderosos.
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