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Si pensamos en el mundo social en el que estamos inmersos, la audacia adquiere más protagonismo. Y esta actitud vital tiene que ir acompañada de prudencia y coherencia en lo que se hace y dice, pero sin perder la firmeza y la energía. Una persona audaz es la que emprende acciones poco comunes,sin tener miedo a las dificultades y el riesgo que suponen. No tiene nada que ver con la temeridad.
Mal comienzo es “apostillar” posturas políticas. Todos los partidos tienen sus “zonas” incomprendidas o mal expresadas. Ningún partido tiene derecho a “señalar”, a nadie; sí se tiene derecho a preguntar para entender y después, “decidir” Cuando digo “a nadie” quiero decir “a nadie”. Todo Partido tiene sus Estatutos. Todo Partido tiene sus interpretaciones. Todo Partido tiene sus formas. Todo Partido actúa de distinta manera.
He escrito muchos comentarios sobre esa “prudencia política”, que muchos consideran esencial en el desarrollo de la actividad parlamentaria. Siempre he querido referirme al “patio de la actividad política”, nunca, eso espero, al ámbito personal. Dicho esto, debo exponer con claridad mi postura ante la llamada “prudencia política”.
La historia siempre se ha escrito con “sangre, sudor y lágrimas”. Si una sociedad avanza timoratamente, es comida por los buitres. Moisés tuvo que romper las “Tablas de la Ley”, como signo de dura advertencia. Las guerras se acaban de dos maneras, con la “firmeza” de la fuerza o del diálogo. La serpiente, como signo de sibilina traición y escondido engaño, es el símbolo de los cobardes y socialmente débiles.
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