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Los restos, hallados en una cueva libia, y pertenecen a dos mujeres que vivieron hace unos 7000 años. Están bien conservadas, como si el tiempo hubiese decidido no molestarlas demasiado. Pero lo verdaderamente inquietante no es su estado físico, sino lo que llevaban dentro: una secuencia genética que no encaja ni con Homo sapiens, ni con neandertales, ni con ningún primo lejano oficialmente aceptado.
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