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A lo largo de esta semana hemos estado rememorando la Pasión y Muerte de Jesucristo. Han pasado veinte siglos desde entonces, pero cada año, cuando llega el primer domingo de luna llena de primavera, celebramos la Semana Santa, coincidiendo con la Pascua Judía.
Imagino aquel juicio falseado, en manos de un nefasto reyezuelo. El prefecto, de corazón de hielo, Poncio Pilato, cruel y desnortado.
Llegaron las fiestas de Semana Santa después de dos años sin celebrarla a causa de la pandemia. Siempre me ha resultado un tanto incongruente llamar fiestas a la semana en que Jesús de Nazaret después de haber lavado los pies de sus discípulos y dado su cuerpo y su sangre, es apresado en Getsemaní y comienza su Pasión.
El ancestral deseo de vivir eternamente se renueva con las nuevas tecnologías. El embalsamamiento egipcio es una de las técnicas de la antigüedad más conocidas que acompañadas de los ritos religiosos hacían creer a los faraones su eternidad. Las momias siguen presentes convertidas en atractivo turístico.
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