Llegaron las fiestas de Semana Santa después de dos años sin celebrarla a causa de la pandemia. Siempre me ha resultado un tanto incongruente llamar fiestas a la semana en que Jesús de Nazaret después de haber lavado los pies de sus discípulos y dado su cuerpo y su sangre, es apresado en Getsemaní y comienza su Pasión.
Sufre humillaciones, azotes, es coronado de espinas y muere en la Cruz y hasta una vez muerto es traspasado por la lanza de un romano, el único que confiesa que verdaderamente es el Hijo de Dios y es enterrado por Nicodemo en el sepulcro.
Realmente la fiesta es su resurrección, cuando el sepulcro se queda vacío y se aparece a las mujeres o a los dos discípulos que, tristes, caminaban hacia Emaús. Cristo vivo es la gran fiesta para los cristianos pues significa que Dios ha aceptado su muerte por nosotros y podremos gozar de su perdón y su misericordia.
Antonio Machado no entiende que su gente, el pueblo andaluz, ande buscando escaleras para subir a la cruz. Machado prefiere cantar al Jesús que anduvo en la mar y no al clavado en la cruz. Gabriela Mistral, premio Nobel de literatura en 1945, busca a Jesús el galileo, pero no en una imagen sino en una persona que refleje su fracaso intentando un mundo nuevo. Quiere un Jesús Hombre sufriendo, que ilumine a quien le mire, que den ganas de bajarlo de su cruz y del tormento. A este Jesús no hay que buscarle en estatuas, ni museos.
Hay que buscarlo en las calles, entre las gentes sin techo, en los centros de acogida en que abandonan los viejos, en el pueblo marginado, entre los niños hambrientos (hoy habría que decir abortados). Este Jesús resucitado hay que buscarlo en el pueblo. Es interesante leer como dos poetas, tan diferentes, se enfrentan a la muerte de Jesús.
Por mi parte la muerte y resurrección de Cristo es el acontecimiento único por el que podemos ser salvados, pues después de esta vida hay otra en la que solo tendremos parte gracias a Jesús que se quedó en la Eucaristía y en el Nuevo Testamento. Sus palabras siguen vigentes: venid benditos de mi padre porque tuvo hambre y me disteis de comer, estuve desnudo y me vestisteis, en la cárcel y fuiste a verme y si le preguntamos cuando hicimos todo eso, nos responderá: cada vez que lo hicisteis por los demás, por los pequeños.
Jesús dijo en la montaña a los que lo oían, y a nosotros,que los bienaventurados serán los pobres, los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz y los perseguidos por causa de la justicia. De todos estos será el reino de los cielos.
No desaprovechemos la ocasión de buscar al Cristo vivo y sufriente entre la gente y al Cristo resucitado que nos brinda su paz y su perdón. El ruido de nuestras saetas se apagará, las cornetas y tambores dejarán de sonar y las imágenes de Jesús crucificado y de María sufriente, volverán a sus templos. No nos olvidemos que allí siguen esperando nuestras respuestas.
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