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En medio de los afanes de la semana, me surge una breve reflexión sobre las sectas. Se advierte oscuro, aureolar que diría Gustavo Bueno, su concepto. Las define el DRAE como “comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos”. Se entienden también como desviación de una Iglesia, pero, en general, y por extensión, se aplica la noción a cualquier grupo con esos rasgos.
La psicología denomina la disonancia cognitiva a un proceso mental problemático para la razón en que dos ideas, contrarias, luchan por asentarse, sólo una de ellas, como la verdadera, en la cabeza de un individuo. Los dogmas, antes de florecer en los cerebros, los clichés antes de estar vivos en una mente que ha dejado de razonar, han luchado, según la resistencia ofrecida por la razón que intentan socavar, por dominar territorios y asentar sus poblados, de farsa, de estafa.
En algunos países están catalogadas como destructivas o peligrosas y por lo mismo prohibidas, actuando a menudo en la clandestinidad.El uso y abuso de substancias estupefacientes consideradas destructivas para la personalidad del hombre -y de la mujer-, sirven para alejar de la realidad mundana, a los individuos que captan entre sus filas, ya que con este uso, se puede controlar mejor la mente y por extensión el resto de actitudes psicolólgicas de la persona.
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