La psicología denomina la disonancia cognitiva a un proceso mental problemático para la razón en que dos ideas, contrarias, luchan por asentarse, sólo una de ellas, como la verdadera, en la cabeza de un individuo. Los dogmas, antes de florecer en los cerebros, los clichés antes de estar vivos en una mente que ha dejado de razonar, han luchado, según la resistencia ofrecida por la razón que intentan socavar, por dominar territorios y asentar sus poblados, de farsa, de estafa.
Los expertos en sectas destructivas coinciden en los métodos que las agrupaciones destructivas, para sus lavados de cerebro, más técnicamente denominados persuasiones coercitivas, usan. El más importante es, por repetido muchas veces, como un mantra, una idea, por ridícula e increíble que sea, acaba convirtiéndose en posible, luego en viable y al fin en la mejor idea, en función de las veces que sea repetida desde fuera por terceros en los oídos del individuo dinamitado para ser estafado mentalmente, y luego por el individuo escuchada tal presunta verdad, por su propia voz.
Es por ello que las sectas destructivas utilizan cánticos y rezos que se repiten sin cesar, para incrustar las creencias más esperpénticas, y alejadas del sentido común -pero positivas para la secta-. Ejemplo, los Hare Krishna repiten cuando se levantan a las 4 de la mañana miles de veces el cántico “Hare Krishna, Krishna, Krishna, Hare Rama, Rama Rama”. En psicología, es de manual que el inconsciente es como un niño: si escucha algo dicho muchas veces lo toma en cuenta, pero si lo escucha por muchas voces y en un breve lapso de tiempo muchas veces, como la verdad, o en un plazo de tiempo más largo pero también escucha ese “ello” como denominaba Freud al inconsciente, que no tiene filtros, y que es irracional, y que por tanto es fácil, con métodos más o menos dirigidos con la intencionalidad que se quiera, que el “ello” asuma una nueva verdad, la abraza y cree en ella con ferocidad.
En la novela “1984” Orwell denominó a la disonancia congnitiva “doblepensar”. En la novela hay una policía mental que vigila los gestos y miradas de los indiviuos, para captar cualquier doblepensar, es decir, creer en el Gran Hermano y a la vez dudar. Dudar de que lo único que Es y Provee es el Gran Hermano, en la obra maestra de Orwell se denomina Crimental, y es un delito que es perseguido y condenado con la muerte.
Sintetizo la entradilla para exponer la teoría, que no es nueva, pero que hay que recordarla sin cesar, porque la mayoría de la población todavía no lo sabe y, de ser conocedores, no lo creen: que viven bajo las mentiras, naturalizadas como verdades, dentro de una Secta, tan destructiva como las consideradas destructivas, porque el Sistema -la secta de la que hablo- maneja los mismos métodos de lavado de cerebro y de uso de los adeptos para sus fines siempre de lucro desmedido, a como dé lugar, sin importar destruir familias, economías, lo que haga falta, a fin únicamente de que los que están en la parte más alta de la pirámide de la Secta reciban cada día, mes, ingentes cantidades de dinero que les hacen ricos. Los Testigos de Jehová mueven millones de euros. Los de abajo, que son “voluntarios” involuntarios, porque no cobran, dan el diezmo, están obligados a comprar cada revista que la secta saca, imaginemos, sólo con esa ganancia -muchas de las revistas son repetidas, artículos iguales de hace años, o meses, pero frente a eso nada dicen los líderes, la cuestión es que desde la mayor imprenta del mundo, la Wuachtower, salgan volando todas las revistas “¡Despertad” (que yo llamaría, “dormíos, quedaos fritos”), antes llamada “Atalaya”, con las que los de arriba son multimillonarios. Los que van de puerta en puerta creen que cuando mueran se levantarán sus cuerpos de debajo de la tierra, incorruptos y tan perfectos y sanos como estaban en los mejores momentos de su vida, eso sí, si entras entre los pocos miles de elegidos.
Sociedad, Sistema, País, Patria, Nación, Política, Fe, Credo, todas estas palabras representan palos del gran abanico del léxico de la secta social humana actual. Desde la época feudal, en que al menos las mentes eran más libres, porque sabían que el rey robaba pero que si no le daban el grano que se pedía, podrían ser hasta decapitados, hasta nuestros días, los más pillos de los clanes han tomado el mando de las cosas, de los poblados, de las ciudades, de las metrópolis, de lo que llaman Unión Europea, la Tierra al fin. Y los billones de personas que no ocupan cargo alguno en la llamada política, que no es más, en comparativa, que gente con buenos sueldos, muchos de ellos millonarios, según lo “arriba que estén”, viven a costa de lo que hagan por ellos los “voluntarios” de abajo.
Lo gracioso de esto es que los expertos en sectas destructivas no hablan de que la persuasión coercitiva, o sea el lavado de cerebro, se produce de igual forma en Nueva Acrópolis que en la secta España o en la secta Francia. Se usan mismas formas, desde muy pequeño, de implantar clichés, dogmas y falacias, abrazado lo irracional de la cultura que es dirigida y guionizada por los poderes intermedios y éstos, dirigidos a su vez por Poderes más altos, éstos más altos, controlados y dirigidos finalmente por el centenar de grandes Rockefeller que deciden todo sobre esta tierra, las guerras, los expolios, los montajes de atentados, los que azuzan poblados en disputa, para que entren en guerra y poner en marcha la interminable venta de armas. Estos grandes ricos no tienen otro fin que generar dinero, y más dinero, deforestando, contaminando, reuniéndose para generar contracampañas de propaganda falsa de que el cambio climático es algo no preocupante, por ahora, mediante científicos o expertos de su palo o comprados.
Estos grandes ricos, estos odiosos diablos, son los que manejan los espacios de cultura y arte mundiales, empobreciéndolos, llenándolos de contenidos de entretenimiento que nada tienen que ver con la cultura. Manejan las grandes editoriales, traduciendo a muchos idiomas novelas de autores y autoras de moda, muy malos, que entretienen a un público no lector, que sólo busca entretenerse con algo que entiendan, con alguien que se exprese como ellos (eso explica que los columnistas y novelistas de moda sean tan mal escritores, incluso burdos, y no a propósito, sino porque no lo saben hacer mejor). Como decía La Fiera Literaria -único medio español que se enfrentó a esta impostura contra nuestro derecho a la cultura negado- estos autores creen que escribir novela es “ponerse a contar cosas”.
En música encontramos lo mismo, que entre algo que valga la pena es una anomalía, sólo se asoma en la tele a marionetas de usar y tirar, que cantan canciones pegadizas, aunque malísimas, con un fondo musical que nada tiene ni de composición básica. La muerte del arte y de toda cultura verdadera que se busca es tan descarada, que uno sólo entiende que la gente no se dé cuenta de este robo de la riqueza mayor, después de la naturaleza, que es el arte y la cultura real, porque sectarizados, desviadas sus vidas hacia unas rutinas y hábitos que los convierten en peleles que compran los productos innecesarios que aparecen en la tele, que no separan la cara de esa tele donde personajes escogidos de lo peor de los filtros entre gente por debajo de la base de inteligente, y ya estamos rodeados de lo que denominó en uno de sus discos Eskorbuto, de “cerebros destruidos”. Un pueblo que ya no lee a los clásicos, verdadera literatura, es un pueblo vacío. Esos son los que luego, mediante la democracia, votan en masa a quienes más han aparecido en la tele anunciando bobadas y sonriendo con chistes fuera de lugar, chulescos.
Votar, elegir a gente con nombres y apellidos que prometen cosas, en este estado de cosas, en esta penitenciaría abierta, este manicomio de siglos, se ha vendido como un derecho, como algo relevante en la vida de los urbanitas, que acuden serios, graves, a marcar con una X el nombre de alguien del que nada conocen, sólo lo que ha dicho que hará, en la tele.
¿Cuál es la verdad, fuera del cliché que todo lo entolda, que se oculta en esta estafa? Que el ciudadano, vote a quien vote, ese o esa votada, al ser político, podrá querer hacer algo, hacerlo o no hacerlo, cumplirlo a medias o nada. Pero ninguno escapa de tener detrás como equipaje obligatorio la asunción perpetua del militarismo, sus guerras, la matanza de los bosques con los bulldozers por toda la Amazonía y bosques del orbe, esto es, todo el que se introduce en el -parece un- confesionario de iglesia que es ese agujero con cortinas donde se vota, está firmando para que se sigan vendiendo armas a países que violan sistemáticamente los derechos humanos -repito, gane quien gane y gobierne quien gobierne-, para que se siga pitorreando la UE y país por país del cambio climático, para que no se haga nada respecto a los grandes mamíferos del mar que varan en las orillas con cientos de plásticos dentro del cuerpo, para que las mujeres sigan siendo apedreadas después de, encima, haber sido violadas. Para que prosiga la vergüenza del basurero moral de la Monarquía y sin falta cada año desfilen los legionarios, con la cabra, cantando el desquiciado “Novio de la muerte” y se paseen por todo el Estado vírgenes de yeso, a su paso la gente llora y canta al muñeco.
Firman para que el Holocausto animal prosiga en su “legalidad” de un desangramiento de más de 1000 animales por segundo. Sabedores de que los mismos y peores barracones de muerte, hacinamiento y crimen que padecieron los judíos bajo el régimen nazi, hoy son los animales no humanos los que lo padecen. Con el concurso del “consumidor”, que a día de hoy no tiene excusa: ya todos saben que comer animales es cancerígeno, no es ético y que el veganismo es la solución más rápida para frenar el cambio climático y para mitigar el hambre en el mundo, ya que el reparto de tierras equivale a esto: donde comen 20 veganos come un sólo carnívoro.
Compañeras/os animalistas que han votado, se sienten tristes por el resultado de estas últimas elecciones, porque dicen que, al menos, por ejemplo en Madrid, quienes gobernaban lograron algunas cositas para los animales.
Les respondo que “esas cositas” las realizaron presionados por el empuje social, que renueva su sensibilidad, le crece y reclama. Que esas pequeñas cosas, en comparación con todo lo que hemos de hacer hasta colocar a todos los animales en la situación que merecen, esto es, ser liberados de una vez de los millones de jaulas del mundo, abolir la esclavitud y convertir, con esto, al ser humano por primera vez en digno -hasta que no repugne del antropocentrismo, el humano será siempre un ser ridículo y cruel-, no son mucho. Y que lo que realmente hay que hacer, “el dueño de la tienda” no lo hará, porque supone quemar todo su stock.
Digo, por tanto, a la vez, que el Holocausto animal es la gasolina de las más grandes máquinas del Capital mundial. Por detrás de la droga, la trata de personas y animales mueve los engranajes de esta farsa del producir y producir destruyendo en poco tiempo todo recurso terrestre, matando toda vida; los humos rojos de todas las fábricas de las que es propietario el Tío Sam, echan humo granate vivo de noche y de día.
La política jamás resolverá los grandes problemas y urgencias, la salud del campo, del mar y del aire respirable. Jamás dejará de usar el carbón de los cadáveres de los animales para que avancen sus trenes de la muerte de las SS de lo que llaman progreso.
Sólo una respuesta constructora de otra cosa, que no busque parchear el Sistema, pues éste nació putrefacto, y respuesta resistente y confrontativa contra los enemigos de la vida, de gentes organizadas, creativas y valientes, revertirá lo que hoy ven muchos como una era negra por “los que gobiernan”.
La era negra la llevamos sufriendo siglos. Nosotros y, mucho más, los billones de esclavos inocentes. Y el llamado Tercer Mundo, y todos los países expoliados.
Eso no se arregla marcando una X en un papel.
Sino con sangre de verdugos en las paredes, anunciando nuestro Paso.
Que la paz es una palabra que han incrustado, su semántica errada, en cliché, “hemos de ser pacíficos, la violencia sólo trae violencia”.
Lo cierto es que violencia es todo lo que los gobiernos de los países hacen, todos los países, y otro nombre habremos de darle a ejercer la defensa propia, en nombre de todos los reos inocentes y torturados, hambrientos, quemados y fusilados, no me importa cómo denominemos a esto, Paz avanzante, Defensa grupal, liberación por derecho. Sólo se ha de saber que estamos dispuestos a todo.
Ondeamos una bandera de la Justicia. Una justicia inédita. Porque la que conocemos, no tiene nada que ver con la que ha de venir.
Greta Thumberg nos está dando una gran lección. Ella, tan joven, ya vislumbra con claridad el camino.
|