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Todos a lo largo de nuestra vida conoceremos a diversas personas que tendrán un significado especial en nuestro corazón por aquello que nos aportaron, y a otras, por el contrario, las recordaremos de forma negativa por las experiencias que en su día vivimos. Y no podemos catalogar que unas fueran mejores y otras peores.
La DANA que ha azotado a varias localidades del este y del sur de España ha dejado un panorama devastador: hogares destruidos, servicios interrumpidos y, lo más grave, pérdidas humanas. Este tipo de fenómenos meteorológicos, cada vez más intensos y frecuentes, no solo dejan daños físicos, sino que afectan profundamente la salud mental de quienes se ven involucrados, directa o indirectamente. Las heridas emocionales son reales y merecen ser atendidas.
Vivimos en una sociedad en la que tenemos la obligación de actuar como lo hace el resto, de comer lo que prueban otros, de tener aficiones conforme al entorno al cual nos hemos desarrollado y sobre todo, a relacionarnos con personas afines a nuestros intereses y clase social
Rabia, impotencia, indignación, tristeza, pena, frustración, culpa, orgullo, solidaridad, responsabilidad. Todas estas emociones se han desatado ante la tragedia de Valencia entre las víctimas, sus vecinos y entre los millones de personas que han contemplado el desastre a través de los medios y las redes sociales. Es una carga emocional extraordinaria que será necesario ir gestionando de manera individual y colectiva en los próximos meses.
Es inevitable que durante el transcurso de la vida no nos sucedan acontecimientos que nos hagan preocuparnos por lo que nos está ocurriendo y por cómo influirá en el futuro o incluso en el mismo presente. Existen personas que son más propensas a disminuir los problemas y otras que los exageran, pero todo depende de la intensidad del problema y de la manera que tengamos de gestionar y proporcionar soluciones.
Los menores expuestos a desastres naturales, como la DANA que ha azotado la provincia de Valencia, pueden desarrollar síntomas de estrés, ansiedad y, en algunos casos, trastorno por estrés postraumático. El ambiente de inseguridad, la incertidumbre que genera la posibilidad de nuevas lluvias y la pérdida de la rutina diaria, afecta especialmente a los más pequeños, quienes aún no tienen las herramientas emocionales necesarias para afrontar eventos de este tipo.
Estamos inmersos en una sociedad donde todo el tiempo tenemos que estar ocupados, con retos, con la búsqueda del cumplimiento de las expectativas…, es decir, tenemos que tener la mente y el cuerpo siempre activos porque es lo que se espera de nosotros, o más bien lo que la sociedad nos impone como seres que pertenecemos a esferas sociales.
Son muchos los días en los que nos levantamos con, lo que se suele decir, el pie torcido. Podemos mostrarnos enfadados, irritables o demasiado sensibles, y es que los seres humanos no somos tan estables como quisiéramos. Por lo general, existen factores que hacen que nos comportemos de un modo u otro o que, simplemente, un día, cuando nos despertemos, nos sintamos más decaídos con respecto a horas atrás. Todo influye, queramos o no.
La vida es una acumulación de años que se van sucediendo uno tras otro y en ese espacio de tiempo experimentaremos una gran diversidad de situaciones que nos valdrán para ir madurando y aprendiendo, muchas de las veces sin querer, pero será más tarde cuando nos podamos dar cuenta de ello.
Los impactos que provoca una relación tóxica pueden variar según el perfil de una de sus víctimas, incluso porque afectan gran parte de las estructuras emocionales, mentales y físicas. Además de tener la lamentable capacidad de generar discapacidades en muchas de sus víctimas. Estos impactos pueden llegar a escenarios irreversibles si no hay una intervención acogedora, técnica, pragmática y precisa.
El vocal de la Junta de Gobierno y adjunto a la presidencia del Consejo General de la Psicología (COP), Fernando Chacón, ha pedido en el Congreso de los Diputados más psicólogos en el Sistema Nacional de Salud (SNS), en los centros educativos y en los servicios sociales para poder responder a la demanda de salud mental.
Cuando forjamos una amistad con alguien lo que hacemos es generar una confianza que no encontramos en los demás. Poder abrirnos realmente y expresar cómo nos sentimos es, a día de hoy, un privilegio. Y será a esa persona a la que le contemos de verdad las cosas que nos suceden en el día, nuestras preocupaciones, nuestros miedos, nuestras rupturas o incluso, nuestros desagrados.
El final de las vacaciones puede ser un momento de ambivalencia. Por un lado, existe la nostalgia de los días libres, de la desconexión y la libertad de horarios; por otro, volver a la rutina diaria puede traer consigo una sensación de pesadez o incluso ansiedad. Sin embargo, la vuelta a la rutina no tiene por qué ser negativa. Con una planificación adecuada y una mentalidad positiva, este momento puede convertirse en una oportunidad para mejorar nuestra calidad de vida.
El regreso al trabajo tras las vacaciones de verano, lejos de ser un simple trámite, puede convertirse en una verdadera prueba emocional para muchos. Según expertos en este ámbito, seis de cada diez españoles experimentarán estrés al reincorporarse a sus puestos de trabajo, y hasta un 38% podría sufrir lo que se conoce como depresión postvacacional. Esta situación, que puede parecer pasajera, podría tener consecuencias mucho más graves de lo que se suele pensar.
Se acabaron las vacaciones y con ellas la libertad, las distracciones y sobre todo, la ilusión. Ahora comienza la rutina, los hábitos y las costumbres. Se debe volver a la vida en su máxima expresión. Lo primero que debemos hacer es organizarnos tiempo antes, es ir poco a poco, es no pensar precipitadamente en todo lo que viene, en el escaso tiempo que tenemos, en cómo se harán las cosas…
El control excesivo en una relación, como el monitoreo constante del móvil, las llamadas, o la preocupación obsesiva sobre la interacción del cónyuge con visionar contenido sexual, es un síntoma de un problema más profundo: la concepción del amor como posesión. Este enfoque erróneo del amor puede transformar una relación en una experiencia asfixiante, similar a un "campo de concentración" emocional, donde uno de los cónyuges siente que su libertad está siendo coartada.
La educación emocional es fundamental para desarrollar la capacidad de manejar las emociones de manera efectiva, y este concepto ha sido explorado en profundidad tanto en la literatura como en el cine. Un excelente ejemplo es el trabajo de Ingmar Bergman, quien reflexionaba sobre la ignorancia emocional en sus obras.
Cada uno de nosotros somos de una forma completamente distinta al resto, lo que ocurre es que habrá algunos que se dejen llevar por la mayoría para no sentirse menospreciados, pero existirán otros que, por el contrario, sigan siendo ellos mismos. Pero al hacer un balance, lo diferente puede ser raro y eso a todo el mundo le asusta demasiado.
A lo largo de la vida es inevitable que nos sucedan cosas que a veces nos gustan y otras no, pero de cada uno depende el gestionar aquellas situaciones que considera que le hacen más mal que bien. Podemos hundirnos, podemos sentirnos desdichados y sobre todo, podemos preguntarnos el motivo de por qué nos ha tocado a nosotros, pero eso no vale más que para autolesionarnos mentalmente.
Una creencia extendida y basada en la estadística es que los divorcios se incrementan a la vuelta de verano. El motivo: muchas parejas se ven obligadas a pasar juntas el tiempo del que no disponen durante el resto del año por motivos de trabajo. Es entonces cuando la convivencia se alarga y se hace más difícil mantener una relación que no atraviesa por un buen momento. Puede darse, sin embargo, la situación contraria: el verano puede ser un salvavidas para parejas en crisis.
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