La primera, por irreverente y soez, y la segunda, por aburrida e insulsa, no me gustan ni la letra ni la música del “hiphopero” mallorquín Valtónic. Ahora bien, soltar andanadas a ritmo de rap no es excusa para privar de su libertad a nadie. En tiempos de la dictadura franquista, probablemente, pero hoy día, cuarenta y tantos años después de la muerte del hombre que sumió a nuestro país en una época oscura carente de libertades, la censura no tiene razón de ser. Si así fuese, no habría espacio en las cárceles españolas para tanto insolente como circula por las tertulias televisivas y radiofónicas.
De flagrantes ejemplos al uso hemos sido testigos sobradamente, expresados la gran mayoría por labios de insignes figuras del periodismo patrio, y nadie ha solicitado para ellos prisión incondicional. Con una disculpa, en el mejor de los casos, han conseguido zafarse de la justicia, pero no del apremio social. Muchos estamos hartos de tanto exabrupto, lanzado a las ondas por quienes se consideran tocados por la gracia de Dios y garantes de la verdad por encima de cualquier otro colega que no siga su juego. No voy a dar nombres, pero en la mente de todos se encuentran los apellidos quizá más ilustres. Personas que han renegado del pensamiento libre que les hizo grandes en su profesión, y ahora parece que escriben y hablan sólo al dictado de los que mandan. Con eso da la impresión de que hubiesen perdido el beneplácito de las musas y tratasen de compensarlo de esa manera tan burda, que lejos de salvarles el culo les hace caer todavía más bajo.
Una población con pensamiento crítico es muy necesaria. Para empezar, complica que cualquier desaprensivo –léase político sin escrúpulos- intente hacer comulgar a sus integrantes con ruedas de molino. No se puede pretender ser más papista que el Papa, sobre todo porque hasta el mismo pontífice adolece de tantos defectos o más que cualquiera de sus feligreses. Y si no están ustedes de acuerdo, algo que me parece muy bien, antes de despotricar contra mí hagan suyo y analicen el fragmento 8:7 del evangelio de Juan el Bautista: quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra.
Para serles sincero, no sé muy bien por qué acabo de introducir un párrafo de la Biblia en un artículo de opinión como el que está usted leyendo, amigo lector, salvo que de algún modo, subliminalmente quiero decir, pretenda dar un mensaje inequívoco de que la moral autónoma, aquella que no depende más que de uno mismo, que es capaz de distinguir sólo con la ayuda de la propia conciencia lo que está bien de lo que está mal, no precisa otra cosa que probidad.
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