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Jueces y leyes

Clamamos por la coherencia judicial, cuando nadie colabora coherentemente para establecerla
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 11 de mayo de 2018, 09:40 h (CET)

El punto de partida quizá sea deprimente, en una visión amplia, la JUSTICIA no parece asunto de este mundo, pero desde luego, en lo concerniente a cada individuo, sus circunstancias, sus apetencias, frustraciones, el trato recibido, contribuyen al desequilibrio plagado de singularidades. En semejante berenjenal, las normativas e incluso las leyes son instrumentos eleborados con el objetivo de lograr un mejor ajuste para atenuar los agravios, si no evitarlos. Aunque ya desde sus cimientos provocan oscilaciones riesgosas; porque quién y cómo las establecen, como es la gama de personas afectadas y sus necesidades, como vaya a funcionar el control de su cumplimiento. Es una labor próxima a la utopía.


Todas estas consideraciones no son meras gotas de lluvia caídas en la tormenta. Hablo de sentires y acciones propiciados por los humanos, con una cantidad de matices impresionante. El atrevimiento de pensar moviliza muchas determinaciones, pero quizá esté resolviendo muy poco o nada. Para centrarnos convendrá la mención de las sucesivas formas de organizar e implantar las normativas, citando a la más potente en nuestros tiempos, aquellas constituidas por los LEGISLADORES, ocupantes de instituciones grandiosas. Sin duda, están dedicados a una actividad crucial y de gran responsabilidad, pero que a la hora de los lamentos olvidamos, como si no hubieran configurado la trama y funcionamiento de la justicia.


La teoría es muy sufrida, presenta perfiles concretos, de cuya consolidación práctica no disponemos. Si nos referimos a la tarea de los legisladores, adolece con frecuencia de graves distanciamientos con respecto a las realidades. Sobre todo si partimos en orígen de ciertas DESVIACIONES tendenciosas, modeladoras de sus actuaciones. Puede ocurrir, de hecho es manifiesto, que de legisladores se transforman en procuradores para sus respectivos partidos e intereses particulares. Los vemos involucrados en las maniobras de los grupos de presión, informativos, empresariales, culturales o emporios ocultos. Tampoco les favorece su actitud servil detrás del voto sectario. Cuando favorecen a unos pocos , multiplican los perjuicios generalizados.


Por aquello de la representatividad, delegación de funciones, todo parece encauzado, pero se acumulan las insatisfacciones.Las ideas puestas en práctica no parecen muy afortunadas para activarlas. Ante ese hecho contrastado, cabe preguntarse por donde circulan los conceptos valorados para tomarlos en cuenta, pero la tarea resulta improba, por que nadie atiende a razones y todos pretendemos soluciones. Por sistema, consideramos prioritaria la oposición a las propuestas ajenas. No afloran los debates comprometidos, ni se respetan las investigaciones. La actitud general es un tanto DESLAVAZADA, escandalosa en las protestas, pero frívola a la hora de los análisis. Con estas trazas, pocas soluciones aceptables saldrán a la luz.


En un momento en el cual arrecian las actuaciones libertarias, las referencias al tejido comunitario no pasan de la mención de comunas de poco fuste. No abundan las reflexiones ni se afinan las actitudes coherentes, ni se respetan las diferencias. Lejos de provocar extrañeza, ya no extraña nada. Los CHISPAZOS son habituales, cuando cada uno pretende hacer salir el sol por su ventana. Las relaciones confortables exigirían en primer lugar unas consideraciones estudiadas, asumidas después, si buscamos la atenuación de las confrontaciones. El sobresalto del chispazo es lo menos adecuado para la modelación de las normas correctoras. No solemos ir mucho más allá, pronto recalamos en actitudes desmañadas.


Continuamos por derroteros plagados de conflictos, la diversidad complica las cosas y el unifoemismo las empeoraría con saña. Los agraviados, las víctimas de diversas tropelías, los sujetos con frustraciones, tropiezan con la dificultad general para el logro de un mínimo equilibrio, y mucho peor si pensamos en las reparaciones.Las SECUELAS constituyen una calamitosa realidad poco reversible, por lo qie al no obtener soluciones definitivas, entramos en el terreno de las compensaciones, de muy difícil correlación con los desarreglos originados. Como es notorio, los factores intervinientes son de una enorme complejidad, que favorece la insuficiencia de las medidas preventivas o correctoras, siempre inacabadas.


.Cuando las intenciones van por detrás, los subterfugios proliferan, las medias verdades cunden, las presiones sociales suelen ser impulsivas pero poco adictas a las reflexiones, la frivolidad conceptual es la tegla y los ocultamientos suelen tolerarse; junto a otras apreciaciones; habrá que hablar de PRUEBAS fehacientes. Resulta cuando menos complicado. Les otorgamos calificativos en torno a la objetividad, mientras muchas de ellas son deducidas a través de interpretaciones subjetivas, cada quien introduce variables. Su importancia será decisiva para la atribución de responsabilidades. Lo cual contrasta con el tratamiento habitual a base de la acumulación de opiniones en los medios y manifestaciones públicas.


El sector profesional de los JUECES está involucrado en el centro de maniobras del entramado judicial. Se les pide una precisión, que por lo visto, nadie está dispuesto a poner en funcionamiento desde sus parcelas. Parten de leyes y legisladores acomodaticios, plegados a variadas presiones desde las procedencias más insospechadas. Cargan con la responsabilidad de los dictámenes punitivos, aunque sin liberarse de lo legislado. Y, sobre todo en los tiempos recientes, acompañados desde fuera por esa maraña de enjuiciamientos tertulianos, manifestaciones populares y polémicas vociferantes, extrañas al proceso judicial. Si el conjunto flaquea, las desviaciones serán imprevisibles.


Hemos ido sumando experiencias singulares, cabría pensar en mejores disposiciones para amoldarnos a la conflictividad habitual inevitable, con medidas adecuadas, para la satisfacción general. Decididamente no parece posible, los intentos elaborados suelen adoptar direcciones muy divergentes, con incongruencias lamentables, ignorancia supina y tergiversación de los conocimientos de mayor enjundia. Necesitamos la recuperación de una COHERENCIA, ahora desaparecida. No se la busca, ni se la encuentra, ni se la espera. Cada quien tira de unas riendas distintas sin asomo de colaboraciones responsables. Es todavía peor, porque la incoherencia progresa desde los saberes elementales y con tendencias desorientadoras.


Como colofón, algo debiéramos haber aprendido. En los términos educativos, nunca dispusimos de apoyos científicos como los actuales; y si dicen que la EXPERIENCIA es un grado, figurense; aunque ya pongamos en duda si es un grado favorable o degenerativo. Sin embargo, se perdió el respeto por los saberes, ahora prima lo que uno cree saber, sin aceptar cortapisas de ningún género.


Perdemos el norte de cara a las complejidades configuradas a base de estímulos incesantes, en una conexión permanente con el Universo, moléculas, personas, técnicas e incontables enigmas. La carencia de HUMILDAD razonada nos aboca a las trayectorias desquiciantes que ostentamos con un orgullo un tanto idiota.

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