Soy de los que piensan que a la vida hay que mirarla a través del parabrisas, no del espejo retrovisor. Y si miramos hacia atrás, que sea para avanzar y aprender de lo ya acaecido, porque aunque seamos fruto de lo que fuimos, eso no debe convertirse en una rémora, sino en acicate para progresar y ser mejores. En ese sentido, también podríamos decir que, aunque la tradición es algo que tiene un valor y que cada civilización ha buscado su sentido en el espejo del pasado, eso puede ser cuando nos centramos exclusivamente en ello, algo que a veces nos frena y nos limita. Para que un pueblo avance tiene que pensar en global y actuar en local, y que cualquier empresa o grupo humano, gracias al desarrollo tecnológico actual, puede convertirse en centro, en generador de atracción y reconocimiento por parte de otros. Ese mirar hacia adelante, aprendiendo del pasado para no cometer los mismos errores, sería, por tanto, lo contrario de mirarnos continuamente el ombligo y pensar que somos estupendos y que lo que tenemos (a todos los niveles), es siempre lo mejor. Muchos de los males endémicos que venimos padeciendo y denunciando desde hace años, siguen sin resolverse, como si se hubieran estancado para siempre y hayamos asumido que forman parte inamovible de nuestra historia y nuestro paisaje.
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