El futuro se hizo muy presente en el Mutua Madrid Open. Madrid asistió a otro episodio que indica un progresivo cambio generacional en el tenis. Alexander Zverev alzó el trofeo en la Caja Mágica, su primera conquista madrileña, al imponerse de manera incontestable (6-4 y 6-4) al austriaco Dominic Thiem, en apenas una hora y 18 minutos. Con esta victoria en Madrid, Zverev suma su tercer Masters 1.000 tras sus triunfos en Roma (ante Djokovic) y Montreal (ante Federer), en el curso pasado. El actual número 3 del mundo, con sólo 21 primaveras, mostró un potente saque, amén de otras virtudes, y cerró su recorrido por Madrid sin ceder ni un solo saque ni tampoco ningún set a ninguno de sus adversarios. El austriaco, con 24 años y número 7 del mundo, apenas ejerció oposición y firmó su segundo subcampeonato consecutivo en Madrid, tras su derrota ante Nadal en la anterior edición.
La Caja Mágica asistió no sólo a la presentación en sociedad de Zverev (apenas había firmado buenos resultados en Madrid), sino a un hito histórico: por primera vez en las últimas diez ediciones, ni Nadal (con cinco entorchados), ni Federer, ni Djokovic, ni Murray estarían acaparando los focos de los fotógrafos. Ese honor recayó en Zverev, el máximo representante del nuevo tenis que no viene, sino que paulatinamente se está asentando en la elite. El alemán, entrenado por el español Galo Blanco y con sólo 4 temporadas como profesional, mostró un sinfín de virtudes. Desde un saque potente y certero, hasta un juego profundo, pasando por un demoledor revés cruzado, una notable autoridad desde el fondo de pista, una derecha ganadora y una elegancia de movimiento que incluso lleva a más de uno a compararlo con el mismísimo Federer. De hecho, a su adversario de esta tarde, Thiem, se le posiciona como sucesor de Nadal.
Autoridad incuestionable
Hasta que eso suceda o quizá nunca llegue a suceder, pues virtudes y resultados actuales no aseguran un crecimiento sostenible en el futuro (el alemán necesita crecer como tenista y mejorar en las subidas a la red y en los movimientos laterales en fondo de la pista), Madrid recordará el buen saque de Zverev. No tardó el alemán en demostrarlo. En el primer set, el austriaco sólo fue capaz de sumar 6 puntos al resto, de los cuales sólo un punto llegó como punto ganador; el resto fueron consecuencias de errores del alemán. Fueron los únicos, pues nada más empezar la final, el pupilo de Galo Blanco rompió el saque. Su servicio hizo el resto. Ganó sus juegos con una pasmosa facilidad ante un tímido y desacertado Thiem. El austriaco bastante tenia con devolver la pelota. Lógicamente carente de peligrosidad, pues eso ya era cuestión del germano. El primer set se cerró en apenas 36 minutos.
Había dos estadísticas a las que aferrarse de cara al resto del encuentro. El austriaco siempre se había llevado los últimos tres enfrentamientos. Y siempre le había dominado sobre arcilla. Incluso cuando ambos se habían enfrentado, la remontada era una constante. Nada de eso sucedió. Zverev volvió a firmar otro break al primer juego del segundo set. Otra ventaja que unida al saque impidió cualquier atisbo de cambio de viento. El austriaco nunca se encontró cómodo al resto y a eso se sumaban sus sudores fríos para sacar adelante sus juegos. El alemán no aflojó y ni siquiera sintió temblores a la hora de cerrar el encuentro. Frío como el hielo se mostró. Otra virtud.
Curiosamente en esos momentos, donde todo estaba más que decidido sobre la arcilla de Madrid, se vieron los mejores puntos de Thiem. Debería quedarse con eso en su bagaje. Y con su buena semana en Madrid. Hoy no era ni su día ni su partido. Zverev se queda con Masters de Madrid y con una sensación: el futuro, o ya más bien presente, es suyo. Llegará tan lejos como él quiera. Un tenista completo (con una planta de líneas perfectas: 1,98 y 86 kilos), con facilidad para jugar en todas las superficies (con más margen de mejora sobre hierba) y con sólo 21 años. Madrid, con permiso de Nadal, ya cuenta con él para próximas citas.
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