La consecución de la Décima Copa de Europa desencadenó un carrusel de ovaciones y reconocimientos constantes. Hace una semana, el Real Madrid se coronó en Europa y, aunque el pasado lunes se realizó una cabalgata de visitas oficiales, el arranque de los play-off de Liga Endesa suponía su primera comparecencia en su feudo. Lógicamente, la Euroliga presidió y asistía a los aplausos, con mucho sentimiento de agradecimiento, hacia Pablo Laso. Él es el artífice de esta etapa ganadora, y de buen baloncesto. No conviene olvidarlo. Luego, otra catarata de aplausos al equipo y a Doncic, que no tenía manos suficientes para mostrar todos sus trofeos a título individual. Acabados los festejos, al siguiente reto: reconquistar la Liga Endesa.
El objetivo no se antoja un camino de rosas. No ya pensemos en un posible cruce con el Valencia Basquet, el actual poseedor de la corona de campeón, o en una hipotética con el Barcelona. Serían dos grades envites antes de redondear una sobresaliente temporada. Antes de pensar en eso, el camino sitúa al Iberostar Tenerife como primer adversario. Bien es cierto que todos los precedentes de este curso son muy favorables: tres triunfos en otros tantos enfrentamientos, entre temporada regular y torneo de Copa. El cuadro de Katsikaris, donde destacaron Tobey, Abromaitis y Vasileiadis, también aplaudió a los campeones; aquí, en el baloncesto todo se mueve a unos ritmos muy distintos.
Tan dispares que el Real Madrid apretó el acelerador desde el comienzo. No hubo ni diálogo; sólo dos golpes directos al mentón. Con un 11-0 de salida con triples de Campazzo y Doncic. La reacción de los isleños tampoco se hizo esperar. Tardaron 4 minutos en anotar, pero en poco más de un minuto recuperaron el fuelle. Y lo volvieron a hacer más tardes, después de sufrir a Doncic y Randolph. El marcador se estrechó a un 24-22. Entonces emergió Carroll, que con 7 puntos seguidos impulsó al Real Madrid: 40-27. Fue la típica tormenta de puntos del americano, con más de 500 encuentros a sus espaldas como madridista. Al descanso, el Real Madrid mantuvo esos 10 puntos psicológicos: 42-33. Hasta entonces era un encuentro intermitente, pero eso le valía con creces al Real Madrid.
Y en esas aguas se movió perfectamente durante el tercer acto. Y eso que el Iberostar Tenerife apretó de inicio el marcador: 46-40. Un espejismo. O más bien consecuencia del descanso, de la charla de salir con más energía en defensa. En cuanto el Madrid apretó lo mínimo se mantuvieron las distancias, eso sí nada definitivas. El estiró llegaría con el final de ese tercer cuarto y el arranque del último: 64-50, coincidiendo con el despertar anotador de Llull. El Real Madrid encontró la forma de correr, circunstancia que se sabe letal para cualquier adversario, a lo que unió su forma de defender con intensidad, con Rudy al frente, o con Reyes haciendo otro ejercicio de enseñanza sobre cómo coger rebotes. Y así se acabó imponiendo el Real Madrid. Manejó los esfuerzos y siempre aportó la sensación de tener todo controlado, a pesar de no reflejarse sentencia alguna en el marcador. No fue un encuentro brillante, sino un partido para situar el primer punto en el casillero, a pesar del susto final (74-69) que solución un triple de Doncic. Ya llegarán otros momentos, como la visita a Tenerife. Hoy tocaba ganar, superar a un aceptable Tenerife y honrar la visita de la décima Euroliga.
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