En el horizonte convergen hoy todas las mitades en busca del todo, como en un apocalipsis bibílico se levanta lo que estuvo alguna vez dispuesto a ser presencia constante.
Julio sabe que por ser verano nadie se atreve a reprochar su crueldad de fuego ni su falta de personalidad ni su poco interés en la historia; quizá, por eso, se han empuñado revoluciones, golpes de estado, suicidios célebres y viajes a la Luna bajo su manto.
Julio es tan sólo, la antesala de las cosechas de agosto, lo que en septiembre será roja sangre dispuesta a ser vino en las gargantas se le debe al ardor guerrero de las tardes de julio y su terca caricia en el sarmiento retorcido.
Por ese motivo, hoy, agonizando ya julio bajo la espada de los hoplitas flamígeros de agosto, las mitades vuelen a ser presencia bajo la luna menguante del estío mediado y la belleza de las noches alargando bajo la lluvia de Perseidas abre la esperanza del renacer liberador de un lejano, pero ya visible, otoño.
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