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¿Influencers?

En otros tiempos les hubieran llamado “listillos” o “embaucadores”
Miguel Massanet
sábado, 11 de agosto de 2018, 11:18 h (CET)

No me hagan demasiado caso porque hay cosas, en este mundo actual, que ya me superan y he renunciado a comprenderlas, salvo que me sea necesario ponerme al día para poder seguir manteniendo mi modelo de vida actual. En realidad, es una palabra que parece que, al menos en lo que se considera lenguaje cotidiano o corriente, no ha empezado a aparecer hasta hace unos pocos meses. Forma parte de lo que se puede considerar la batalla perdida del idioma castellano en contra de esta invasión de anglicismos que nos vienen invadiendo desde que algunos “pijos” decidieron que utilizar términos en el idioma de Shakespeare sonaba a más culto que expresarse en puro y castizo castellano.


Hemos intentado averiguar qué era, en realidad, un influencer y, entre las funciones que parecen debe tener una persona para ser calificada como tal, parece ser que se encuentran las siguientes capacidades:


  1. Su capacidad de generar opiniones y reacciones en otros usuarios cuando habla sobre una temática en concreto. Si algo les caracteriza es su capacidad de generar conversación en torno a un tema o marca, debemos saber aprovechar este aspecto.
  2. El potencial de audiencia de un influencer sobre una temática determinada. Los seguidores de los influenciadores son más valiosos por su calidad que por su cantidad.
  3. El nivel de participación en la conversación sobre el tema en cuestión. La implicación del influencer en la acción es fundamental para garantizar su éxito.

Lo que sucede es que, estos términos tan aparentemente sofisticados y evidentemente relacionados con lo que en economía seguramente estaría comprendido dentro de los estudios de marketing, cuando queremos aplicarlos a una serie de personajes de medio pelo que aparecen en las TV, señoritas de grandes atributos físicos no siempre acompañados, de lo que se podrían calificar cualidades más bien intelectuales, personajes que destacan en algún tipo de arte, oficio, profesión o entretenimiento, a los que los presentadores de turno, los “entendidos” de las cadenas televisivas, a la mínima que se les ponen a tiro, ya les han encajado el término sin que, hasta ahora, parezca que esté “título” que se les concede gratuitamente, tenga la consideración de un “master”, una carrera universitaria ni tampoco un doctorado.


Si no habíamos prestado, hasta ahora, demasiada atención a esta clase de personajes y, con toda seguridad, continuaríamos ignorándolos como lo hacemos con tantos personajes insulsos, esporádicos, intrascendentes y oportunistas que intentan valerse de la llamada “caja tonta” para darse a conocer, intentar medrar a su costa y conseguir, como les ocurre a muchos de los políticos actuales, encontrar un medio de alcanzar el sacar provecho de alguna gracia o rareza particular, para buscar conseguir un patrimonio o un pequeño capital que, por sus facultades propias nunca, de otra forma, lograrían obtener. Sin embargo, en la Antena 3, en uno de sus programas matinales se entrevistaba a un señor, nos imaginamos que un profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, alguien que hemos colegido estaría relacionado con una “Escuela de Inteligencia Económica”, que ya hablaba de la posibilidad de hacer una especie de curso, que no ha querido calificar de grado, en el que se pusiera sobre el tapete a estos personajes a los que se ha venido calificando por los medios de información con esta nueva denominación de “Transformers”.

Para este señor del que estamos hablando, es evidente que a estas personas, dotadas con los atributos de poder ejercer influencia sobre un grupo determinado de personas, se las va a tener en cuenta, de ahora en adelante, en virtud de sus facultades persuasivas para inducir a auditorios más o menos numerosos, (incluso se ha referido a grupos de terroristas), para inducirlos a tomar una decisión que, como todo lo que sucede en este mundo en el que estamos condenados a vivir, podrá ser para hacer el bien o el mal.


En realidad, siempre han existido este tipo de personajes. Todos hemos conocido a través de nuestras vidas a determinadas personas capaces de convencer a cualquiera de emprender un determinado negocio o de inducir a un grupo numeroso de ciudadanos a votar a favor de una concreta tendencia política. Como el uso del inglés en nuestro país es algo relativamente reciente, se hablaba de individuos que tenían “un pico de oro” como fue el caso del presidente de la primera república española don Emilio Castelar. Pero, sin duda alguna, ha sido la irrupción de las técnicas digitales, Internet y los grandes adelantos experimentados por las ciencias de la comunicación, los que han permitido que aquellas noticias que tardaban años en llegar desde los remotos países de Asía u Oceanía, en la actualidad apenas necesitan unos minutos e incluso segundos para que las podamos conocer en nuestros teléfonos móviles u ordenadores y demás nuevos artilugios, con los que no nos dejan de bombardear quienes tienen el monopolio de las redes mundiales de comunicaciones.


No dudo de que lo que nos dice el profesor, cuyo nombre desconocemos, esté cargado de sabiduría y que es posible que existan personas verdaderamente inspiradas para esta complicada ciencia de conseguir que personas de distintos pensamientos, gustos, caracteres o sentimientos, se dejen enganchar por la apariencia, el verbo, el arte o la atracción magnética del personaje; sin embargo, mucho me temo que si a esta nueva, llamémosle “carrera” o “disciplina”, se llegara a reconocer como carrera universitaria o como motivo de estos famosos estudios de post graduados, conocidos como “master”, es evidente que muchos de estos “deslumbrantes” personajes del mundo del arte, el espectáculo, la canción, el baile o las modelos, cuya categoría de influencers se les atribuye por los medios de comunicación, deberán estar comprendidos en un apartado específico en el que se tenga en cuenta especialmente las características físicas o actitudes artísticas que son las que, más que sus actitudes intelectuales, las que les aportan la multitud de seguidores que forman parte de su séquito de fans.


En todo caso, una de las novedades a las que nos vamos a tener que acostumbrar quienes ya no nos sentimos en condiciones de seguir este ritmo trepidante que nos imponen las nuevas generaciones, empeñadas en dejarnos atrás lo antes posible para imponer su nuevo concepto de lo que debe ser la sociedad, en ocasiones, sin que se hayan tomado el tiempo necesario para reflexionar, por encima de compulsiones propias de la juventud, sobre hacia donde les va a conducir esta nueva experiencia de vida basada más en la tecnología, la ciencia, la robótica, la telemática etc., prescindiendo de otros factores a los que, los que tenemos más edad les damos mayor importancia, como son la familia, la ética, la amistad, las costumbres y un sentido más trascendente de la vida.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, seguimos creyendo que la experiencia de nuestra vida ha tenido la diversidad de lo que la historia de los años pasados nos ha aportado como observación de los acontecimientos, algo a lo que no vamos a renunciar nunca porque, por mucho que alguien intente desvirtuar lo acaecido, para nosotros es nuestro pasado, el que ellos no van a tener y del que, en nuestra modestia, nos sentimos orgullosos.

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