Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Escritores | Historia | Francia

Me quedo con Houellebecq

Neorreaccionario, xenófobo, misógino, islamófobo, neofascista, adicto al sexo… Un deshecho de virtudes que adjetivan a uno de los escritores más vendidos de Francia: Michel Houellebecq
Marcos Carrascal Castillo
lunes, 22 de octubre de 2018, 08:13 h (CET)

Ralo cabello despeinado, pálida piel, oscuros ojos nostálgicos y con el rostro surcado por marcas de la edad. Gesto adusto y desafiante. Un cigarro encendido incrementa la sensación de rebeldía. Es Michel Houellebecq. Mis amigos dirían que es “todo un personaje”. Tal vez, sí. Tal vez, él es el personaje que se reproduce en sus novelas. Y, aunque así fuera, ¿qué más da?


Ingeniero agrónomo de profesión y escritor por vocación, comenzó la singladura de la literatura con “Ampliación del campo de batalla”. Sería cuatro años después, en 1998, cuando pariría la novela que mejor le refleja —combatiente de lo políticamente correcto y desafiante a los biempensantes que campan en los mundos mediáticos—: “Partículas elementales”. Rebosa de brochazos autobiográficos, como la relación de los protagonistas con su madre. Pero, sobre todo, osa detonar las bases de un mito que se mantuvo —y se mantiene— a Europa, y en particular a Francia, cual suerte de hazaña generacional: el mayo del 68. ¿Qué queda del mayo del 68? Según Houellebecq, un puñado de progres devorados por los cánones pequeñoburgueses que soñaron con despedazar, místicos que condenan el cristianismo pero se refugian en otros credos… Y personajes ávidos de sexo descontrolado. No hay auténticos sesentayochistas. Quizás, nunca hubo auténticos sesentayochistas.


La ristra de títulos que ha publicado no deja indiferente a nadie. Tal es la controversia que gravita en torno a sus obras, que hubo de abandonar Francia durante un tiempo, estableciéndose en Irlanda y en España, hasta que se calmaron los politburós de la moralidad occidental. En 2015, coincidiendo con el triste atentado de Charlie Hebdo —al que le dedicaba su portada—, publicó “Sumisión”. Esta novela hace acopio de valentía y esboza una Francia en 2022 presidida por un musulmán aupado por un partido islámico cuya misión es convertir a Francia en una nación más sometida a los designios de la Sharía. ¿Quién es el único partido que, a juicio de Houellebecq, puede hacer frente a esta victoria? El Frente Nacional; hoy, Agrupación Nacional.


Y yo me quedo con Houellebecq. Disentiríamos en muchos asuntos; sin embargo, coincidiríamos en el esencial: la sociedad europea se parece más a la romana del siglo V d.C que a la esplendorosa de los siglos I y II d.C.. Taparse los ojos y vivir de la nostalgia no va a cambiar que la cultura y la proyección internacional de Europa va al rebufo del oleaje estadounidense, que la juventud no tenemos un estandarte por el que unirnos y combatir, que el precariado se expande por todas las capas sociales; o que el Mayo del 68 no ha llegado al grueso de la clase trabajadora, que ésta tiene otros mayos en los que no se conocen a Sartre o a Beauvoir. Insisto: disentiríamos; yo hablaría de Kolontái y él del kamasutra; yo —creyente— de Cristo y él —no creyente— de la necesidad de imponer el catolicismo como religión oficial; yo de Miguel Hernández y de Tolstói, él del marqués de Sade y de Céline. Los dos coincidiríamos con Kafka y Huxley. Pero, al fin y al cabo, los dos hablaríamos de revolución; de una revolución de verdad, que pontificara que bajo los adoquines no hay playa. Una revolución cuya columna vertebral fuera la literatura y no se resumiera a marcos económicos o políticos, sino que integrara y cambiara de una vez por todas el concepto antropológico actual. Yo me quedo contigo, maestro denostado pero en la intimidad leído. Yo me quedo contigo, Michel Houellebecq.


¿Qué tendrá semejante sujeto que nos una a Despentes, a Arrabal, a Le Pen y a mí, y a una legión de lectores de Francia y de todo el mundo?

Noticias relacionadas

Ni es oro todo lo que reluce ni racismo todo lo que se identifica como tal. Hemos llegado a un punto de histeria colectiva con esto de la corrección política que casi atajamos si algo se considera discriminatorio, salvo que se demuestre lo contrario. Pasa con el racismo, naturalmente. Si aparece en el escenario un negro, un magrebí o un gitano, la cagada está cociéndose a fuego lento.

Acaba de ser detenido y, cómo no, la policía junto con los políticos de turno, exponen a la presa ante los fotógrafos para que, de esa manera, la población vea lo eficientes que son y lo pulcramente que miran por la justicia ciudadana. Camina con un mono de color naranja, de ese que llevan los condenados a muerte en las galerías más profundas de las cárceles americanas.

En Écija, mi pueblo, se ha adelantado este año la tradicional cabalgata de Reyes al día 4. Y no ha sido un hecho aislado. Otras localidades y ciudades españolas han hecho lo propio, justificando a los niños esta decisión, no por la lluvia y el viento extremo que la AEMET ha anunciado con precisión, sino por la necesidad de los magos de Oriente de tener algo más de tiempo dado que la población mundial en los últimos 80 años se ha multiplicado y no pueden llegar a todos los municipios en tiempo y hora.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© 2024 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© 2024 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto