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2018, el año de la exaltación españolista

La extrema derecha toma posiciones
Rafa Esteve-Casanova
lunes, 31 de diciembre de 2018, 00:55 h (CET)

El año que acaba lo hemos vivido con la resaca de los hechos que ocurrieron en Catalunya desde el 1 de Octubre al 21 de Diciembre del 2017. Pero el sentimiento anti catalán no es nada nuevo entre los ciudadanos españoles a lo largo del tiempo. Ya en tiempos de la II República, y mucho antes, Catalunya tuvo que luchar contra el sambenito que poderes interesados le colgaron, atacar a Catalunya y sus derechos como nación siempre ha supuesto un buen caladero de votos para los partidos defensores de la España única, El País Valencià es buen ejemplo de ello, allá durante veinte años el Partido Popular hizo y deshizo a su antojo, convirtió las tierras valencianas en su cortijo particular, y esquilmaron las arcas públicas, hasta el punto que todavía hoy el tripartito que gobierna, PSOE, Compromísy Podemos, se ven obligados a pagar centenares de miles de euros en condenas judiciales por actos ilícitos que hicieron los gobiernos del PP en aquellas tierras. 


Ahora viene Pedro Sánchez hablando de pactar un nuevo Estatut para Catalunya, su propuesta llega tarde. Seguramente no recuerda que Rodriguez Zapatero en un mitin en Barcelona dijo “apoyaré la reforma del Estatut que apruebe el Parlament de Catalunya”, Tres años después el pueblo catalán y su Parlament aprobaron un nuevo Estatut que estuvo cuatro años dormido penando por los oscuros, grises i tenebrosos pasadizos del Tribunal Constitucional, al que fue recurrido por el PP y por el Defensor del Pueblo, un tal Múgica, dirigente del PSOE. Mariano Rajoy junto con Esperanza Aguirre, en los ratos libres que les dejaba el saqueo de la Gürtel recorrían España recogiendo firmas contra aquel Estatut, al tiempo que se pedía el boicot a los productos catalanes. Y Catalunya siguió en pie, contra viento y marea, y ante esa España tan “una, grande y libre” como le gustaba al franquismo.

El deseo y el sentimiento independentista creció de manera notable con la sentencia del Tribunal Constitucional, que se “cepilló”, como se ufanaba Alfonso Guerra, una ley aprobada por la mayoría del Parlament de Catalunya. Y aquí comenzó todo, desde la cúspide de la Justicia, TC,TS y AN, el Partido Popular intentó, sin conseguirlo, descabezar el movimiento independentista, Pero el PP no tenía suficientes fuerzas de choque con esta “Brigada Aranzadi” de jueces a la carta, y también echó mano de la “Brunete Mediática”, El País, El Mundo, la Razón. ABC, y en Catalunya El Periódico, que, junto con las estrellas mediáticas de las televisiones de Berlusconi (Tele5) y Planeta( Antena 3), y todo para vender a los españoles una situación que no se vive en Catalunya, y si para ello tenían que inventar agresiones las inventaban, y España les creía. Los gritos de “a por ellos” no sólo se dieron en las puertas de los cuarteles de los milicos que iban a “salvar a la patria” aporreando a quienes tan sólo querían ejercer el libre derecho de votar, como lo habían hecho en Escocia, Quebec, y más recientemente en Nueva Caledonia. Pero claro, el Reino Unido, Canadá y Francia no son democracias con déficit democrático como la española.

También aquí se hicieron mal algunas cosas, la primera no tener en cuenta la fuerza con la que respondería el Estado español contra la celebración de un Referéndum, en el que votaron más de 2.200.000 catalanes, sin miedo a las porras ni a las pelotas de goma de las fuerzas del orden, que aquel día más bien fueron las “fuerzas del desorden”. La segunda cosa mal hecha fue pensar que la Unión Europea se pondría del lado de los deseos de Catalunya de llevar a cabo un referéndum, el tiempo nos ha demostrado que una Europa que está en crisis no quiere saber nada de derechos de autodeterminación, pues Catalunya podría ser tomada como ejemplo por otras naciones sin Estado en la Unión Europea. Tampoco se contó con la dureza de los jueces y fiscales, ni con el hecho de que los ejecutores de la justicia llegarían a inventarse delitos que no ocurrieron, pese a la provocación que supuso dejar abierto un coche de la Guardia Civil, con armamento dentro y que fue custodiado por los manifestantes, como puede verse en diversas grabaciones de aquel 20-S del 2017.

Y pese a todo, y pese a celebrar nuevas elecciones el 21-D del pasado año con medio Gobierno en el exilio y el otro medio en prisión, junto con la Presidenta del Parlament, el independentismo volvió a obtener mayoría en el Parlament de Catalunya. Y el tripartito del 155 (PP,C’s y PSC) no daban crédito a lo sucedido. Impidieron el nombramiento de Puigdemont como President, impidieron, deteniéndole en mitad de una sesión de investidura, el nombramiento como President de Turull, e impidieron que parlamentarios elegidos puedan ejercer su derecho y el de sus electores manteniéndoles en prisión y en el exilio.

Ahora la extrema derecha, que siempre ha estado agazapada, especialmente en el PP, se ha visto alentada y empujada por una parte de la prensa y las televisiones y por los líderes del PP y C’s, junto con el recién aparecido VOX a iniciar la reconquista de España, Y como muñeco de este pim, pam, pum han tomado a Pedro Sánchez, a quien incluso algunos de sus barones critica con la excusa de Catalunya. En estos momentos en España no existe una derecha homologable a las derechas europeas, aquí hay un batiburrillo de nacionalistas españoles que quieren ser únicos, su doctrina no pasa por aceptar al diferente, sea diferente en lo que sea, Son un peligro, si el PSOE sigue sus pasos y consignas por miedo a perder electores, Pedro Sánchez perderá su sillón en Moncloa, y España retrocederá a aquellos grises tiempos del miedo y el bastonazo y tentetieso. No exagero ni un ápice, ver que desde VOX comparan la entrada al Parlamento andaluz de sus doce diputados con la llegada de los españoles nazis de la División Azul que luchó a las ordenes de Hitler da miedo, lo mismo que saber que el líder de esta extrema derecha va armado con una pistola, también da miedo ver al Secretario General de la extrema derecha, Javier Ortega Smith, vestido con ropas militares que le ha regalado el ejercito.

Es el momento del dialogo, de la valentía por ambas partes, No sé qué pasaría con un 155 perpetuo como el que cada día piden los extremistas de VOX y sus coristas de PP y C’S. Ni Catalunya ni España se pueden permitir dejar las riendas de la política en manos de los sembradores de odio que lo único que quieren es venganza, y, vuelvo a decirlo una España “una, grande y libre”, ¿les suena?. Y para dialogar hace falta que los medios de comunicación y algunos políticos dejen de mentir sobre qué es y que pasa en Catalunya, “En opinión del Sr. Mosca, miembro de la UGT, la raíz del conflicto estaba en la actitud de los catalanes. Bajo la apariencia de modificar las estructuras administrativas del Estado español, los catalanes habían roto de hecho la unidad de España y ahora la nación se desmoronaba como un muro al que le hubieran quitado la argamasa”. Son palabras que Eduardo Mendoza, nada sospechoso de independentista, pone en boca de uno de los personajes de su novela “Riña de gatos”, datada en abril de 1936. Pero podrían haber estado dichas en este momento por cualquier político español. Y así el dialogo es imposible. Catalunya el pasado 21-D entregó a Pedro Sánchez 21 propuestas, el dialogo se puede iniciar, y para dialogar hay que hablar de todo, incluso de lo que es motivo de discrepancia.

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Censura. No la juzgo como una práctica muy denostada en estos días. Por el contrario, se me antoja que tiene más adeptos de los que, a priori, pudiéramos presumir. Como muestra de ello, hay un sector de usuarios que están abandonando cierta red social para migrar a otra más homogénea, y no con el fin de huir de la censura, sino por la ausencia o supresión de la misma en la primera de ellas.

Vivimos agazapados sobre los detalles mínimos a nuestro alcance y llegamos a convencernos de que esa es la auténtica realidad. Convencidos o resignados, estamos instalados en esta polémica de manera permanente; no aparece el tono resolutivo por ninguna parte. Aunque miremos las mismas cosas, cada quien ve cosas con matices diferentes y la disyuntiva permanece abierta.

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