La exposición que actualmente se exhibe en la Casa de Vacas del Retiro de Madrid es altamente sugestiva. En ella dos artistas muy distintos pero concomitantes en ciertos puntos, al tiempo, nos comparten una serie de obras que no dejarán indiferente a quien acuda a visionar la muestra en tan incomparable marco.
Isabel de la O y Jordi Machí (madrileña y valenciano respectivamente) son dos artistas de intelectual temperamento (no en vano la formación académica de ambos es sólida) que, a tenor del despliegue técnico-formal que desarrollan, se colige que emparentan asimismo con el componente más experimentalista y artesanal en pos de la consecución de unos modos que alcen sus ideaciones a estadios de plasticidad sobrecogedores, y a fe que lo logran.
Isabel de la O aporta en la muestra que nos ocupa una mayor coherencia de obra, toda vez que las piezas de su autoría presentes oscilan entre los conceptuales trabajos en que lacados y resinas lucen con personalísima luminosidad y las figuras de ritual primitivismo en las que despliega un folklor y cromatismo embelesadores.
En lo que coinciden ambos artistas es en el uso de unas gamas cromáticas suaves, acariciantes (sean frías o cálidas), si bien Machí da mayores saltos de discontinuidad a ese respecto. En las obras de este hay una gradación en el fondo teórico que encierran sus pinturas, compartiendo, no obstante, todas un cierto “costumbrismo mágico” y quedando tamizada la frontera entre la ironía y el sarcasmo, pues va “in crescendo” el tono de hacia lo luctuoso-truculento en un formato pop, en el que las tonalidades pastel de ciertas escenas resaltan la violencia y la lascivia en lo que podríamos definir como una “fantasía escarnecida”.
Al fin, el visitante que acuda a la exposición de estos dos grandes artistas disfrutará de las trascendentes y peculiares propuestas de ambos.
|